Hace dieciséis años, en la cumbre climática de Copenhague, los países más contaminantes del mundo prometieron aportar 100.000 millones de dólares anuales para ayudar a los países en desarrollo a reducir sus emisiones y adaptarse a un planeta más cálido. Este compromiso fue un hito histórico, pero la promesa de recursos financieros claros y suficientes se ha mostrado esquiva con el paso del tiempo.
El año pasado, los líderes mundiales fijaron un nuevo objetivo de 300.000 millones de dólares anuales para 2035, señalando que la magnitud de la crisis climática requiere acciones más ambiciosas y sostenidas. Sin embargo, la realidad ha demostrado que medir y rastrear la financiación climática sigue siendo complejo, y muchas veces, los recursos no llegan a quienes más los necesitan.
¿Qué es y cómo funciona la financiación climática?
De acuerdo con The Guardian, la financiación climática busca transferir recursos desde los países desarrollados hacia los países en desarrollo, para impulsar proyectos que reduzcan emisiones y fortalezcan la resiliencia ante el cambio climático. Sin embargo, definir qué cuenta como “financiación climática” ha sido un desafío. Expertos la describen como un “salvaje oeste” de definiciones vagas, contabilidad inflada y proyectos cuestionables, lo que complica saber cuánto dinero llega realmente a los más vulnerables.
Según la OCDE, los países ricos incumplieron la meta inicial, pero alcanzaron 116.000 millones de dólares en 2022, aunque Oxfam calcula que las subvenciones efectivas no superaron los 35.000 millones. La disparidad entre cifras refleja la dificultad de transparentar la financiación climática y asegura que su impacto real sea evaluado con rigor.

Principales donantes y beneficiarios de la financiación climática
Más de tres cuartas partes de los recursos provienen de fondos públicos, entregados de manera bilateral o a través de instituciones multilaterales como el Banco Mundial. Japón, Alemania, Estados Unidos y Francia concentran dos tercios de estas contribuciones, destacando el papel crucial de los países desarrollados en la movilización de recursos.
En cuanto a los beneficiarios, aproximadamente una quinta parte de la financiación pública llega a las 44 naciones más pobres del planeta, incluyendo algunos de los países más vulnerables al cambio climático, como Tuvalu, Chad o Haití. No obstante, una proporción mayor se dirige a países de renta media, como India y China, e incluso a petroestados, lo que evidencia la distribución desigual de los recursos.
Subvenciones, préstamos y condiciones de la financiación climática
La financiación climática no siempre se entrega en forma de subvenciones. Dos tercios de los recursos se prometen como préstamos, que pueden generar presión sobre países ya endeudados. Algunos préstamos incluyen condiciones que obligan a contratar empresas del país donante, lo que limita la autonomía de los beneficiarios y puede afectar la eficiencia de los proyectos.
Existen préstamos en condiciones favorables, con tasas de interés más bajas que el mercado, que facilitan proyectos de energía renovable o infraestructura sostenible. Sin embargo, en 2022, la mayoría de los préstamos no fueron preferenciales, lo que limita su capacidad para generar un impacto real sin comprometer los presupuestos nacionales de los países receptores.
El nuevo objetivo colectivo y los desafíos futuros
El objetivo de 100.000 millones de dólares anuales, vigente hasta 2025, está siendo reemplazado por un nuevo compromiso de 300.000 millones para 2035, acompañado de la meta de movilizar 1,3 billones de dólares anuales, en su mayoría provenientes del sector privado. Esta ampliación reconoce que los recursos públicos por sí solos no serán suficientes para enfrentar la crisis climática global.

No obstante, la inversión privada plantea nuevos desafíos de transparencia y responsabilidad. Para que la financiación climática cumpla su propósito, será crucial que los flujos de capital sean claros, efectivos y lleguen a quienes más lo necesitan, evitando la repetición de errores del pasado y restaurando la credibilidad en los compromisos climáticos internacionales.
Hacia una financiación climática más transparente y efectiva
La financiación climática seguirá siendo un tema central en las negociaciones anuales de la ONU, conocidas como COP. Recientes propuestas, como nuevos impuestos a los más ricos, a combustibles fósiles o al canje de deuda por medidas climáticas, buscan garantizar recursos suficientes y aliviar la presión sobre los países en desarrollo.
El nuevo objetivo colectivo también representa una oportunidad para fortalecer la transparencia y la rendición de cuentas, evitando que la financiación climática vuelva a describirse como un “salvaje oeste”. Solo así será posible que los recursos se traduzcan en acciones concretas y efectivas frente a la emergencia climática global.







