La ONU ha señalado que los países en desarrollo enfrentan una brecha anual de 420 mil millones de dólares para alcanzar la igualdad de género. Este déficit limita la implementación de políticas y programas capaces de cerrar las brechas que persisten en derechos, oportunidades y acceso a recursos para mujeres y niñas.
A pesar de los compromisos internacionales, como el Compromiso de Sevilla y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, gran parte de la financiación mundial sigue sin llegar a los países y comunidades que más lo necesitan. El reto no solo es político, sino también económico: se requiere una década de inversión consistente y con enfoque de género para transformar las promesas en resultados tangibles.
La magnitud de la brecha para alcanzar la igualdad de género
La falta de financiamiento no es un problema aislado, sino estructural. La mayoría de las mujeres de bajos ingresos viven en países que reciben un flujo insuficiente de inversión para programas de salud, educación, empleo y cuidado. Esto frena el avance hacia sociedades más justas y equitativas.
Según ONU Mujeres, uno de los mayores desafíos es que solo uno de cada cuatro países cuenta con sistemas para monitorear el gasto público destinado a la igualdad de género. Sin información clara, resulta casi imposible planificar políticas efectivas y medir su impacto real.
Además, persiste una visión limitada que relega la igualdad de género a una categoría secundaria en los presupuestos nacionales. Esto provoca que los recursos se asignen de forma desigual, sin considerar las necesidades reales de mujeres y niñas.

La clave para reducir la brecha está en fortalecer los presupuestos con perspectiva de género y asegurar que el gasto se alinee con los objetivos de desarrollo sostenible. Solo así se podrá canalizar el dinero hacia las áreas donde más impacto puede generar.
Reformas económicas con perspectiva de género
ONU Mujeres plantea que alcanzar la igualdad de género requiere reformas fiscales profundas. Esto incluye aliviar la deuda externa de los países más vulnerables, aplicar sistemas tributarios progresivos y establecer normas financieras globales más justas, tal como ha explicado Nyaradzayi Gumbonzvanda, Directora Ejecutiva Adjunta de ONU Mujeres:
“No podemos cerrar las brechas de género con presupuestos que carecen de una perspectiva de género. Los gobiernos deben respaldar sus compromisos con inversiones reales y monitorear cómo se gasta el dinero y qué se logra con él. La igualdad de género debe pasar de los márgenes de las partidas presupuestarias al centro de las políticas públicas. Requiere dinero. Requiere reformas. Y requiere un liderazgo que vea a las mujeres no como un costo, sino como el futuro”.
Estas reformas no solo ampliarían el margen fiscal para invertir en servicios públicos esenciales, sino que también reducirían la dependencia de políticas de austeridad, que históricamente han afectado de forma desproporcionada a las mujeres.
Reequilibrar el gasto público es otro punto clave. Las inversiones deben priorizar el desarrollo humano, la consolidación de la paz y la inclusión social, en lugar de concentrarse únicamente en áreas como la seguridad militar.
En este sentido, destinar recursos a sistemas públicos de cuidado es fundamental para liberar el potencial económico de millones de mujeres. La inversión en guarderías, atención a personas mayores y servicios comunitarios de cuidado no solo impulsa la participación femenina en la economía, sino que genera empleos dignos y reduce la pobreza.

Del compromiso a la acción: cerrar la deuda histórica
El Compromiso de Sevilla es un avance político, pero para que tenga impacto real necesita ir acompañado de un financiamiento transparente, sostenido y medible. Las promesas sin recursos concretos perpetúan las desigualdades y alejan el cumplimiento de la Agenda 2030.
Actualmente, gran parte de la inversión internacional no llega a los sectores más urgentes. Esto significa que las mujeres y niñas más vulnerables siguen quedando fuera de programas clave de educación, salud y empleo.
ONU Mujeres insiste en que los gobiernos deben dejar de ver la igualdad de género como un gasto y comenzar a entenderla como una inversión en el futuro. El retorno de estas inversiones se traduce en sociedades más productivas, inclusivas y resilientes.
Cerrar la brecha de 420 mil millones de dólares requiere un cambio de mentalidad y un liderazgo decidido que ponga a las mujeres en el centro de las políticas públicas.
Inversión en cuidado: motor para el desarrollo sostenible
Uno de los sectores con mayor potencial para acelerar el avance hacia la igualdad es el del cuidado. La propuesta de ONU Mujeres es que los países inviertan al menos el 10% de su ingreso nacional en servicios de cuidado.
Esta medida no solo aliviaría la carga de trabajo no remunerado que recae sobre las mujeres, sino que también impulsaría la economía mediante la creación de millones de empleos y el aumento de ingresos familiares.
Además, los sistemas de cuidado robustos mejoran el bienestar general de las comunidades, permitiendo que más personas accedan a la educación, el empleo y la participación social plena.
Invertir en cuidado no es un gasto, es una estrategia inteligente que multiplica beneficios económicos y sociales a largo plazo, contribuyendo directamente a alcanzar la igualdad de género.
La urgencia de financiar la igualdad
Cerrar la brecha de financiamiento de 420 mil millones de dólares no es solo una meta numérica; es una condición indispensable para el desarrollo sostenible y para garantizar que ninguna mujer o niña quede atrás. Las cifras muestran que la falta de recursos perpetúa la desigualdad y limita el potencial de millones de personas en todo el mundo.
La responsabilidad recae en gobiernos, instituciones financieras y organismos internacionales para transformar el compromiso político en inversiones sostenidas, con transparencia y medición de resultados. Alcanzar la igualdad de género no puede seguir siendo un objetivo a largo plazo, sino una prioridad inmediata que determine el rumbo de las próximas décadas.







