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La Web 2.0 y los avances tecnológicos se alían para dar lugar a memorias de responsabilidad social interactivas

La taxonomía XBRL, impulsada por AECA, gana adeptos por su capacidad para impulsar la transparencia empresarial
Beatriz Lorenzo.

Aunque algunos inconsciente o deliberadamente hayan intentado desgajarlas, la globalización debe ir estrechamente unida a la transparencia; es más, sin transparencia el propio concepto de un mundo globalizado se tambalea, cojea, se muestra remiso y, finalmente, deriva en el recelo y la desconfianza social hacia la potente maquinaria que trata de funcionar sin libro de instrucciones.

Es por este motivo que las ampollas levantadas por la peor recesión desde el crack del 29 han ido más allá del temor y la desazón ante la escasez de bienes y el socavón en los frágiles cimientos económicos.

Ha sido una crisis de confianza la que se ha cernido sobre el mundo financiero, de los negocios y la sociedad en general, porque el escenario económico moderno depende básicamente de la confianza. La confianza de los grupos de interés en las compañías, la confianza de las personas en la moneda de sus países, la confianza de los clientes en el sistema bancario.

Hasta los sistemas financieros y económicos más sólidos del mundo pueden tambalearse si la confianza flaquea, y así ha sucedido. Y la confianza, en suma, no puede existir si no existe la transparencia.

Así pues, existe una necesidad cada vez más perentoria de instrumentos de medición eficaces y concisos y, en el ámbito del mundo empresarial, urge un proceso de normalización profesional de la información sobre Responsabilidad Social Corporativa que ponga a disposición de los usuarios los datos automatizados, fiables y comparables que se requieren para dar una información adecuada a los stakeholders.

En el caso de España, el mercado de la información corporativa ha alcanzado una mal llevada madurez; puesto que todavía es posible detectar problemas, a veces considerables, en el tratamiento de la ingente cantidad de información generada, procesada y puesta en circulación.

Consciente de esta situación, la Asociación Española de Contabilidad y Administración de Empresas (AECA) ha sido pionera en vincular a las memorias e informes de RSC el novedoso lenguajes XBRL (Extensible Business Reporting Language), que ofrece, entre otras ventajas, conseguir que las compañías sean mucho más transparentes, codificar la información en un único formato y proporcionar una información detallada sobre el contenido de los datos dentro de los documentos financieros. La nueva era de los lenguajes interactivos se da la mano de este modo con el auge de las nuevas tecnologías para dar soporte y vía de escape a la información sobre RSC.

TECNOLOGÍA AL SERVICIO DE LA RSC

La taxonomía XBRL de AECA pretende mejorar la comparabilidad entre empresas e incrementar la investigación en RSC amén de sus claros objetivos en aras incrementar la transparencia informativa. La taxonomía traduce al lenguaje XBRL un cuadro de indicadores, compuesto por cerca de 500 elementos, analizados y seleccionados de 26 fuentes, entre las que se encuentran índices como el DJS, FTSE4 Good o Domini 400, analistas internacionales de sostenibilidad (EIRIS), guías para la elaboración de informes de sostenibilidad (GRI), estándares de información y certificación sobre RSC (AA1000, ISO 9000 y 14001) o códigos de buen gobierno, entre otros.

También la estandarización es una de las grandes virtudes del lenguaje XBRL, cuya naturaleza facilita que el tratamiento de los datos se simplifique en gran medida el tratamiento de los datos. Ni más ni menos, la adopción de XBRL garantiza que el análisis y la consolidación de la información estén a un solo golpe de ratón para los usuarios, garantizando un lenguaje estándar dónde no hay cabida para la ambigüedad o la duda sobre los conceptos expresados.

En este sentido, la primera entidad a nivel mundial que ha presentado una memoria de RSC en formato XBRL ha sido Caja Navarra, que el pasado año presentó un informe basado en la taxonomía de AECA proporcionando más de 600 indicadores sobre el desempeño, agrupados en ocho grandes áreas: Datos generales de la empresa, Órganos de Gobierno, Empleados, Clientes, Proveedores, Comunidad, Medio Ambiente y Competencia. La presentación de la memoria en este formato ha sido una respuesta a la voluntad de Caja Navarra de posicionarse con fuerza en su rol de “banca cívica”.

Desde AECA se impulsa a las demás compañías a que adopten también este formato a la hora de elaborar sus memorias e informes de sostenibilidad. Pero más allá de este nueva aplicación, las nuevas tecnologías se posicionan a pasos agigantados como los pilares fundamentales de la nueva RSC del siglo XXI.

Recientemente, se lanzó un índice de sostenibilidad para evaluar la capacidad de los países del G20 para utilizar de modo eficaz las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en la reducción de sus emisiones de CO2. El índice, presentado en Copenhague con motivo de la malograda Cumbre de Naciones Unidas, clasifica en base a criterios estándar a los países del G20 que detentan el 70% del producto interior bruto y las emisiones globales de CO2.

El objetivo de esta iniciativa es ayudar a las autoridades de las naciones del G20 a establecer un orden de prioridades en lo que se refiere a las inversiones en tecnologías de la información y la comunicación que precisan los principales sectores económicos, en el marco de sus estrategias globales para la lucha contra el cambio climático.

WEB 2.0 Y RSC 2.0

No solamente las nuevas tecnologías insuflan aire a la rueda que hace girar y fluir la información responsable. También la llamada web 2.0, término acuñado por Tim O’Reilly, está jugando un papel cada vez más importante a la hora de contribuir a que los informes y memorias de sostenibilidad sean más interactivos, más ágiles, más accesibles a los grupos de interés.

El término web 2.0 abarca a una nueva generación web basada en comunidades de usuarios, cuyo uso está orientado a la interacción, la colaboración y el intercambio de información entre sus miembros, dando pie a una web participativa y esencialmente “social”, avalada por las denominadas API (Application Programming Interfaces).

Las comunidades online, los blogs, los marcadores sociales como Digg o Delicious, los lectores de noticias como Google Reader, las redes sociales como Facebook, Myspace o LinkedIn, las plataformas para poner en común documentos como Slideshare….componen todo un microcosmos que después de haber revolucionado las relaciones sociales, se alían ahora para ponerse al servicio de la empresa y sus stakeholders internos y externos.

Son, por lo tanto, canales de comunicación novedosos y participativos los que surgen gracias a la web 2.0. Cada vez son más los departamentos de Comunicación de las compañías que se esfuerzan por identificar los espacios virtuales en los que se discute sobre la empresa, para empaparse de esas discusiones y aportar información adicional.

El poder del ciudadano en la era digital, el poder del stakeholder en el seno de una compañía, son los únicos-y potentes-motores que hacen falta para que la RSC y la web 2.0 sigan viajando en el mismo vehículo.

Como expuso el propio Tim O’Reilly en 2005: “Detrás de cada éxito de aquellos gigantes nacidos en la era de la “Web 1.0” que sobrevivieron en la era 2.0, parece existir un mismo principio: lograron tomar el poder de la Web para canalizar la inteligencia colectiva”.

Por su parte Viviane Reding, miembro de la Comisión Europea Responsable de la Información en su discurso sobre las “Mega-tendencias que configuraran el futuro de Europa”, aseguró que “la Web 2.0 empieza a ser utilizada no solo como herramienta de negocios por las empresas, sino también como una forma de mejorar e incrementar los servicios gubernamentales”.

Así pues, una vez más, la confluencia Estado-Empresa a la hora de canalizar la RSC encuentra su lugar también en el floreciente nicho de las nuevas tecnologías y redes sociales. Aquellas empresas y aquellos gobiernos que no se adapten al nuevo marco, virtual, responsable, interactivo y participativo se verán obligadas a sucumbir, en claro ejemplo a lo que se viene ya conociendo como “darwinismo digital”.

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