Un informe reciente elaborado por cinco instituciones de alto nivel advierte que el cambio climático ya está provocando disrupciones graves en los precios de los alimentos a escala global. Las sequías, lluvias extremas y olas de calor están encareciendo productos básicos como el cacao, las cebollas o las patatas, generando inseguridad alimentaria, malnutrición e inestabilidad económica, especialmente entre las poblaciones más pobres.
La investigación, liderada por el ECIU, el BCE, la Food Foundation, el Centro de Supercomputación de Barcelona y el Instituto de Potsdam, analizó 18 países entre 2022 y 2024. Sus hallazgos revelan que las consecuencias del cambio climático en los alimentos ya no son una amenaza futura: están ocurriendo ahora y afectan tanto la salud pública como la estabilidad política global.
Un análisis global de las disrupciones alimentarias
El estudio identificó patrones claros entre fenómenos meteorológicos extremos y picos abruptos de precios en productos clave. Por ejemplo, una primavera calurosa y seca en Reino Unido elevó el precio de las patatas, mientras que el calor extremo en Corea del Sur afectó la producción de coles. En Ghana, las temperaturas récord de febrero de 2024, sumadas a una sequía previa, dispararon el precio del cacao en un 300%.
Los investigadores concluyen que estos eventos climáticos “superaron todos los precedentes históricos previos a 2020” y tienen consecuencias económicas más amplias. Los aumentos súbitos en el precio de los alimentos complican el control de la inflación general y debilitan las herramientas macroeconómicas como la reducción de tasas de interés. Esto ha sido evidente en países europeos durante los últimos dos años.
Además, se identificaron impactos sociales severos: a medida que suben los precios, las poblaciones con menores ingresos deben optar por alimentos más baratos y menos nutritivos. Esta dinámica amplifica las consecuencias del cambio climático en los alimentos, deteriorando la salud pública y exponiendo a millones de personas a enfermedades relacionadas con la mala alimentación.
Seguridad alimentaria: el nuevo frente de la crisis climática
El informe también señala que el precio de los alimentos se ha convertido en el segundo efecto climático más percibido por la población, solo por detrás del calor extremo. Esto refuerza la noción de que la alimentación ya está en el centro de la crisis climática. Las cadenas de suministro agrícolas no están diseñadas para resistir eventos meteorológicos cada vez más intensos y frecuentes.
Entre los hallazgos más preocupantes se encuentra el caso de Costa de Marfil y Ghana, que producen el 60% del cacao mundial. La combinación de sequía y calor ha devastado cultivos enteros, afectando a millones de agricultores y poniendo en riesgo las exportaciones. La inseguridad alimentaria, antes vista como una crisis del Sur Global, comienza a sentirse con fuerza también en economías avanzadas.
La desnutrición asociada a estas dinámicas no solo afecta a los países productores, sino a toda la cadena de valor. Las consecuencias del cambio climático en los alimentos están alcanzando una dimensión sistémica, que demanda respuestas estructurales en políticas agrícolas, comercio internacional y sistemas de protección social.

Consecuencias económicas y políticas en cadena
Otro de los aportes clave del informe es la identificación de efectos políticos y económicos derivados de estas crisis alimentarias. La inflación en el precio de los alimentos ha sido un factor decisivo en elecciones recientes. El informe sugiere que, en Estados Unidos, el costo de la vida fue determinante en el resultado electoral. En otros contextos, como Mozambique en 2010, las alzas desataron protestas masivas.
Maximilian Kotz, autor principal del estudio, advierte que estos efectos seguirán intensificándose hasta que se alcancen las cero emisiones netas. Mientras tanto, los cultivos seguirán siendo afectados y los precios de los alimentos continuarán en alza. Esta tendencia compromete la estabilidad de las democracias, en tanto alimenta el malestar social y reduce la confianza en las instituciones.
En contextos donde la gobernabilidad ya es frágil, los impactos del cambio climático sobre el precio y la disponibilidad de alimentos pueden ser el detonante de crisis mayores. Las consecuencias del cambio climático en los alimentos son también consecuencias sobre la gobernanza, la paz social y la viabilidad de los sistemas democráticos.

El desafío estructural del sistema alimentario
Los investigadores destacan que, si no se transforma el sistema alimentario mundial, los efectos serán cada vez más severos. Las prácticas agrícolas intensivas y dependientes de combustibles fósiles, sumadas a la fragilidad del comercio global, hacen que el sistema sea especialmente vulnerable. Urge una transición hacia modelos más resilientes y sostenibles.
También se hace un llamado a incluir criterios climáticos en las políticas de seguridad alimentaria, con medidas que prioricen la equidad y la protección de los más pobres. Esto implica desde subsidios inteligentes hasta inversiones en infraestructura adaptativa, pasando por políticas fiscales orientadas a frenar la inflación sin castigar a las familias.
El informe concluye que las consecuencias del cambio climático en los alimentos exigen una respuesta internacional coordinada. El próximo encuentro de la Cumbre de Sistemas Alimentarios de la ONU representa una oportunidad clave para alinear compromisos globales y activar mecanismos de respuesta anticipada frente a futuras disrupciones.

Una urgencia climática y humana
La crisis alimentaria inducida por el clima ya está aquí. No se trata de escenarios futuros, sino de realidades documentadas en múltiples regiones del mundo. El informe conjunto del ECIU, BCE, Food Foundation, Instituto de Potsdam y el Centro de Supercomputación de Barcelona demuestra que los fenómenos climáticos extremos están minando la seguridad alimentaria global y comprometiendo la estabilidad social.
Para las personas expertas en responsabilidad social, este panorama plantea retos y oportunidades. Las empresas, gobiernos y organizaciones deben tomar decisiones estratégicas que reconozcan que las consecuencias del cambio climático en los alimentos son un asunto transversal que afecta la salud, la economía, la política y los derechos humanos. Actuar ahora es la única vía para contener el deterioro.







