La conversación sobre la reducción de la jornada laboral ha cobrado fuerza en distintos países, impulsada por pruebas piloto que muestran resultados positivos tanto para las empresas como para los colaboradores. La evidencia revela que disminuir las horas de trabajo no necesariamente afecta el rendimiento; al contrario, en muchos casos lo potencia.
La semana laboral de 4 días es hoy uno de los modelos más estudiados y debatidos. Los programas piloto liderados por organizaciones como 4 Day Week Global demuestran que, al eliminar tiempo mal invertido y enfocarse en tareas de mayor valor, los equipos mejoran su desempeño, su bienestar y su compromiso con la empresa.
La semana laboral de 4 días y el mito de la productividad
Uno de los principales aprendizajes de estas investigaciones es que productividad no significa trabajar más, sino trabajar mejor. Según Karen Lowe, co-CEO de 4 Day Week Global, el verdadero cambio surge de eliminar actividades de bajo impacto y liberar tiempo para la concentración en tareas prioritarias:
“En pruebas realizadas en todo el mundo, hemos comprobado que una semana laboral de 4 días no socava la productividad, sino que la mejora. Al reducir el tiempo improductivo, eliminar reuniones de bajo valor y centrar la atención en las tareas realmente importantes, las organizaciones crean condiciones donde menos realmente rinde más”.

Un estudio citado por la organización reveló que alrededor del 41 % de la jornada laboral se desperdicia en actividades con poco valor para el negocio. Reuniones innecesarias, distracciones digitales o conversaciones fuera de contexto restan horas de eficiencia que podrían destinarse a objetivos estratégicos.
La semana laboral de 4 días ofrece un marco para rediseñar procesos y fomentar un uso más inteligente del tiempo. Lejos de reducir resultados, las empresas participantes han reportado mejoras en el desempeño, reducción de la rotación de personal y mayor satisfacción laboral.
Este cambio de paradigma plantea una reflexión clave: medir la productividad por el número de horas puede estar quedando obsoleto en un mundo donde la innovación y la flexibilidad son las nuevas palancas de competitividad.
Bienestar y salud como indicadores de éxito
Más allá de los indicadores económicos, los ensayos han mostrado beneficios significativos en la salud y bienestar de los colaboradores. Investigadores de Boston College identificaron que un 70 % de los participantes reportó menos agotamiento y un 40 % percibió una mejora en su salud mental.
Estos resultados evidencian que el bienestar emocional y físico no es un efecto secundario, sino un factor determinante en la productividad. Al reducir la jornada, las personas pueden equilibrar mejor sus responsabilidades laborales con la vida personal, disminuyendo riesgos psicosociales.

La semana laboral de 4 días también refuerza la retención de talento. Muchas empresas han observado que la intención de cambiar de empleo disminuye en este esquema, lo que reduce los costos asociados con la rotación y la capacitación de nuevos colaboradores.
Así, la jornada reducida no solo es una estrategia laboral, sino una inversión en la salud y la sostenibilidad del capital humano, pilar fundamental de cualquier organización.
Ajustes organizacionales: la clave del éxito
Los ensayos han demostrado que implementar una semana reducida requiere un rediseño consciente de la cultura organizacional. No basta con recortar horas; se necesitan cambios en la forma de trabajar y en los procesos internos.
Entre las medidas más recurrentes destacan: comunicación clara de objetivos, adaptación de procesos, reducción de distracciones, adopción de herramientas digitales, nuevos formatos de reuniones y espacios de colaboración. Estos ajustes permiten mantener el mismo nivel de productividad con menos tiempo.
Un elemento esencial es la participación activa de los equipos en el rediseño de los flujos de trabajo. Cuando los líderes son visibles y los colaboradores aportan en la implementación, los cambios se consolidan más rápido y generan sentido de pertenencia.
La experiencia muestra que el éxito de la semana laboral de 4 días no ocurre por casualidad: es fruto de planeación, compromiso y apertura al aprendizaje organizacional.

Menos tiempo, mismo salario: la fórmula sostenible
Un principio clave de las pruebas exitosas es que la reducción de horas no implique pérdida de ingresos. Mantener el 100 % del salario ha demostrado ser decisivo para garantizar el bienestar y la motivación de los empleados.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT), a través de la Recomendación 116, ha establecido que la disminución del tiempo de trabajo no debe estar asociada a un recorte salarial. De lo contrario, el modelo podría volverse insostenible e incluso perjudicial.
Los experimentos piloto y las reformas en distintos países han confirmado que la fórmula “menos tiempo, misma paga” es la más efectiva. Cuando los colaboradores perciben que su esfuerzo sigue siendo valorado, el compromiso con la empresa se fortalece.
La semana laboral de 4 días se consolida así como un esquema viable para construir economías más humanas, equitativas y competitivas en el largo plazo.

Hacia un nuevo paradigma laboral
La reducción de la jornada laboral no es una moda pasajera, sino una respuesta a los desafíos del mundo contemporáneo. La evidencia internacional demuestra que la productividad, la salud y la competitividad pueden mejorar cuando las organizaciones se atreven a innovar en la gestión del tiempo.
La semana laboral de 4 días plantea una oportunidad única para repensar la manera en que entendemos el trabajo. Más que un ajuste de horarios, es un cambio cultural hacia modelos sostenibles que equilibran los intereses de empresas y personas, generando sociedades más saludables y productivas.







