La salud mental de los colaboradores se ha convertido en un tema prioritario en muchas organizaciones; sin embargo, los resultados no siempre reflejan ese interés. Aunque los programas de salud mental en las empresas se multiplican, su efectividad sigue siendo cuestionable. La realidad muestra que la mayoría de estos programas carece de un diagnóstico inicial que considere las necesidades reales de los trabajadores. Sin datos claros, las acciones adoptadas pueden resultar desconectadas de lo que los empleados realmente requieren.
De acuerdo con El Economista, el panorama es más preocupante cuando se observa que menos de la mitad de las empresas en México realiza evaluaciones periódicas sobre la salud mental de sus equipos. Esto provoca que incluso los programas existentes estén diseñados sin evidencia concreta, convirtiéndose en iniciativas aisladas más que en estrategias integrales. La intención está presente, pero la ejecución no siempre logra impactar de manera significativa.
Falta de evaluación: el primer obstáculo
Un estudio reciente de Mercer Marsh Beneficios (MMB) revela que el 45% de las empresas en México no ha realizado ningún estudio en los últimos dos años para medir la salud mental de sus empleados. Sin información precisa, es difícil diseñar programas efectivos que atiendan los riesgos psicosociales presentes en la organización.
Incluso entre las empresas que sí realizan mediciones, solo el 41% desarrolla planes de acción basados en los hallazgos, y apenas el 39% realiza seguimiento de estas acciones. Esto evidencia que contar con datos no es suficiente; se requiere traducirlos en estrategias concretas y sostenibles.

Programas aislados, impacto limitado
Aunque el 63% de las organizaciones tiene algún tipo de programa de salud mental, la mayoría son esfuerzos aislados. Entre las iniciativas más comunes destacan campañas educativas, programas de apoyo al empleado y telemedicina. Sin embargo, son pocas las empresas que abordan de manera integral el burnout o el estrés laboral.
El 45% de las compañías no tiene acciones para gestionar el estrés, y de aquellas que sí lo hacen, muchas solo comunican la existencia del problema sin brindar herramientas prácticas para mitigarlo. Esto genera una desconexión entre lo que se ofrece y las necesidades reales de los colaboradores.
Motivaciones legales vs. bienestar real
Una de las razones por las que los programas de salud mental en las empresas no funcionan es que, en muchos casos, son impulsados más por obligaciones legales que por un compromiso genuino con los empleados. Según MMB, el 72% de las empresas reconoce que las políticas de riesgo psicosocial responden principalmente a requerimientos regulatorios.
En contraste, solo el 52% de las organizaciones prioriza el compromiso directivo con la salud y bienestar, y apenas el 40% busca mejorar el clima laboral. La intención de cuidar al personal, aunque presente, queda relegada frente a presiones externas.

El reto de transformar la intención en acción
Para que los programas de salud mental sean verdaderamente efectivos, las empresas deben integrar evaluaciones periódicas, planes de acción basados en datos y seguimiento constante. Esto permitirá diseñar estrategias ajustadas a la realidad de los empleados y maximizar su impacto.
Además, es crucial que la motivación vaya más allá de cumplir con la ley. Abordar de manera genuina la salud mental contribuye a mejorar la productividad, reducir el ausentismo y fortalecer la cultura organizacional. La clave está en pasar de programas aislados a una gestión integral y sostenible.
Los programas de salud mental en las empresas tienen potencial, pero su diseño actual limita sus resultados. La ausencia de diagnósticos, la implementación de acciones aisladas y la motivación legal predominante explican por qué muchos de estos esfuerzos no alcanzan el impacto deseado.
Transformar la salud mental en un eje estratégico requiere compromiso, medición, acción y seguimiento. Solo así las empresas podrán generar entornos laborales más saludables y resilientes, donde los colaboradores no solo se sientan apoyados, sino que puedan desarrollarse plenamente.







