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¿La desigualdad enferma?: Investigadores alertan sobre su efecto en la salud

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Vivir en una sociedad marcada por la desigualdad no solo afecta las oportunidades educativas o económicas: también puede alterar el desarrollo cerebral infantil, según un estudio reciente publicado en Nature Mental Health. Investigadores del King’s College de Londres, la Universidad de Harvard y la Universidad de York analizaron datos de más de 10,000 jóvenes en Estados Unidos y hallaron vínculos directos entre los niveles de desigualdad social y cambios estructurales en el cerebro de los niños.

El hallazgo es pionero, pues, revela que los efectos no dependen de la riqueza individual, sino del entorno social. En los estados con mayor desigualdad —como Nueva York, California o Florida—, los niños mostraron una superficie cerebral reducida y conexiones neuronales alteradas, lo que sugiere que la desigualdad social puede literalmente moldear la mente humana desde la infancia.

La desigualdad puede alterar el desarrollo cerebral infantil

Los científicos encontraron que alterar el desarrollo cerebral infantil no está determinado solo por la pobreza, sino también por la disparidad económica entre ricos y pobres dentro de una misma comunidad. “Tanto los niños de familias adineradas como los de familias con bajos ingresos mostraron un desarrollo neurológico alterado”, explicó la Dra. Divyangana Rakesh, del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King’s College de Londres.

Los investigadores midieron la desigualdad a través de la distribución de ingresos en distintos estados y usaron resonancias magnéticas para estudiar la corteza cerebral, región asociada con la memoria, la atención y la regulación emocional. Los resultados mostraron una disminución en la superficie cortical y alteraciones en la conectividad cerebral de los niños que crecían en entornos más desiguales.

alterar el desarrollo cerebral infantil

Este tipo de hallazgos refuerza la idea de que el contexto social influye en la biología humana. Según el profesor Vikram Patel, de Harvard:

[el estudio] se suma a la creciente literatura que demuestra cómo los factores sociales pueden influir en el bienestar a través de vías que incluyen cambios estructurales en el cerebro”.

En términos de responsabilidad social, este estudio representa una llamada de atención para gobiernos, empresas y fundaciones. Las políticas orientadas a reducir la desigualdad económica no solo promueven justicia social, sino que podrían proteger el desarrollo neurológico de las próximas generaciones.

Impacto en la salud mental y el bienestar infantil

El estudio también observó que los niños que viven en zonas con mayores niveles de desigualdad presentan peor salud mental. Los investigadores aplicaron cuestionarios sobre depresión y ansiedad a menores de entre 10 y 11 años, seis y 18 meses después de las resonancias magnéticas, y detectaron que los síntomas eran más severos entre quienes residían en entornos desiguales.

Estos resultados sugieren que alterar el desarrollo cerebral infantil puede tener consecuencias de largo plazo en el bienestar emocional. Los cambios en la estructura del cerebro, especialmente en regiones relacionadas con la regulación de las emociones, podrían aumentar la vulnerabilidad a padecimientos como la ansiedad o la depresión. La profesora Kate Pickett, coautora del estudio y académica de la Universidad de York señala que:

Reducir la desigualdad no es solo una cuestión económica: es un imperativo de salud pública…la desigualdad crea un entorno social tóxico que literalmente moldea cómo se desarrollan las mentes jóvenes”

alterar el desarrollo cerebral infantil

Este enfoque respalda el principio de que la salud mental infantil debe considerarse un indicador de equidad social. En contextos de desigualdad estructural, las políticas de inclusión y bienestar no son complementarias: son esenciales para un desarrollo integral.

Desigualdad global y riesgo de replicación del fenómeno

Aunque el estudio se centró en Estados Unidos, sus autores advierten que los efectos podrían reproducirse en otras sociedades con brechas socioeconómicas marcadas. Regiones del Reino Unido como Londres —caracterizadas por contrastes extremos entre riqueza y pobreza— podrían experimentar patrones similares.

“Nos interesa ver cómo se comparan estos hallazgos a nivel mundial”, comentó la Dra. Rakesh. Este enfoque internacional abre la puerta a futuras investigaciones que evalúen si la desigualdad estructural puede alterar el desarrollo cerebral infantil en otros contextos culturales y económicos.

El impacto de la desigualdad no se limita al acceso a recursos materiales: también afecta la forma en que el cerebro percibe y responde al entorno. Las condiciones de estrés crónico, la falta de cohesión social y las limitadas oportunidades de interacción positiva son factores que podrían estar detrás de las alteraciones detectadas.

Para las organizaciones que promueven la responsabilidad social, este tipo de evidencia científica plantea nuevos desafíos. Combatir la desigualdad no solo es una cuestión de justicia económica, sino una inversión en el bienestar cognitivo y emocional de las futuras generaciones.

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Evidencia neurocientífica y políticas públicas

La investigación publicada en Nature Mental Health contó con el respaldo de la Fundación para la Investigación del Cerebro y la Conducta, el Consejo de Investigación Médica del Reino Unido (UKRI) y el Instituto Nacional de Salud Mental. El rigor de su metodología —que incluyó neuroimágenes, análisis estadístico y seguimiento longitudinal— refuerza la validez de los resultados.

Los autores concluyen que las políticas públicas deben considerar los efectos neurobiológicos de la desigualdad. Si alterar el desarrollo cerebral infantil es una consecuencia directa de las disparidades sociales, reducir la desigualdad podría tener beneficios medibles en la salud mental poblacional.

En este sentido, promover entornos más igualitarios podría traducirse en mejoras en la capacidad cognitiva, la regulación emocional y la resiliencia de los niños. Las empresas y gobiernos que integran la sostenibilidad social como parte de su estrategia ESG tienen un papel clave en este proceso.

Este estudio invita a repensar las inversiones sociales más allá de la filantropía. La igualdad, según evidencia científica, también es un factor de desarrollo humano y de salud cerebral colectiva.

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Un llamado a la equidad social en favor de la salud pública

Los resultados de esta investigación evidencian que la desigualdad no solo se mide en términos económicos, sino también en consecuencias neurológicas y emocionales. Si los entornos desiguales pueden alterar el desarrollo cerebral infantil, las políticas públicas y empresariales deben asumir la equidad como prioridad estratégica.

Como señala la profesora Kate Pickett, “la desigualdad crea un entorno social tóxico”. Superar este desafío requiere un compromiso multisectorial que involucre a los líderes empresariales, las instituciones educativas y los gobiernos. Invertir en igualdad, según la ciencia, es invertir en cerebros más sanos, sociedades más estables y futuros más justos.

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