La calle, que debería ser un espacio de libre tránsito y encuentro ciudadano, se ha convertido para miles de mujeres, niñas y adolescentes en México, en una zona donde las mujeres transitan las vías públicas en un estado de alerta constante. Lo que debería ser cotidiano y seguro se ha convertido, para las mujeres, en vigilancia constante, incomodidad e incluso miedo.
El acoso callejero, es la violencia de género más naturalizada y normalizada que viven todas las mujeres, manifestándose a través de miradas lascivas, comentarios sexuales indeseados, persecuciones, exhibicionismo o tocamientos en lugares públicos, generando consecuencias profundas que van mucho más allá del incidente inmediato.
Según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la violencia comunitaria es una de las modalidades más frecuentes de agresión contra las mujeres.
El 45.6% de las mujeres de 15 años y más ha enfrentado algún tipo de violencia comunitaria a lo largo de su vida, que incluye intimidación, acoso y/o abuso sexual. De aquellas que han experimentado esta violencia, el 70.3% fue víctima de actos de intimidación (como miradas lascivas, silbidos o piropos), siendo esta la manifestación más común.
Estas cifras demuestran que el acoso no es un evento aislado, sino una alarmante y lamentable experiencia común entre la población femenina. Siendo una de las consecuencias más graves la violación a sus derechos, así como la restricción de la autonomía y la libertad.

Cuando una mujer es constantemente sometida a este tipo de violencia, comienza a modificar su comportamiento y sus hábitos, lo cual se conoce como estrategias de evitación y autoprotección. Esta no es una elección libre, sino una adaptación forzosa ante la inseguridad. Estas estrategias incluyen:
● Cambio de rutas y horarios: Evitar transitar por ciertas calles, parques o zonas consideradas “peligrosas” o con escasa iluminación, incluso si son las más directas o convenientes. También implica evitar salir a ciertas horas, limitando actividades nocturnas, deportivas o de ocio.
● Modificación de la vestimenta: La mujer puede optar por ropa que la haga “menos visible” para evitar la mirada y el comentario ajeno, internalizando la culpa por la agresión.
● Uso de acompañantes: Depender de la compañía de otra persona (un amigo, familiar o pareja) para realizar trayectos que podría hacer sola, perdiendo independencia.
Samantha Báez, Co fundadora de Casa Gaviota, Asociación civil mexicana dedicada a la prevención y erradicación de las violencias contra mujeres y niñas, señala que “este conjunto de modificaciones significa que el espacio público deja de ser un espacio de todos para convertirse en un territorio hostil del cual las mujeres deben protegerse constantemente. La energía mental que dedican las mujeres a la vigilancia de su entorno es un costo emocional y psicológico que viven diariamente”.

El acoso callejero no debe ser minimizado bajo la etiqueta de “piropos” o “halagos”. Es una forma de violencia de baja intensidad que opera como puerta de entrada a otras violencias y normaliza la cosificación de los cuerpos. Al ser tolerado socialmente, y a que las autoridades no tomen acciones al respecto para la protección de las mujeres y las niñas.
“Para contrarrestar esta problemática, se requiere una perspectiva integral que involucre no solo la legislación y la tipificación del acoso como delito (algo que varias entidades mexicanas ya han adoptado), sino también campañas de sensibilización masivas que desnormalicen estas conductas y eduquen sobre el respeto en el espacio común”, añade la Cofundadora de Casa Gaviota A.C.
La libertad no es simplemente la ausencia de cadenas; es la capacidad de decidir, de moverse y de actuar sin temor. Mientras la mujer tenga que calcular la hora, la ruta y la vestimenta para evitar la agresión, su libertad será incompleta. Abordar este problema es un paso fundamental para garantizar que el espacio público sea, finalmente, un lugar seguro e igualitario para todas y todos.







