Durante años, la industria química ha presumido avances en sostenibilidad, innovación y transparencia. Sin embargo, un nuevo análisis revela una brecha crítica entre el discurso corporativo y la realidad. ChemSec evaluó el desempeño de 13 de las mayores compañías del sector en Europa y encontró que la mayoría evita revelar información sobre sustancias peligrosas, aun cuando estas forman parte esencial de su operación y de sus riesgos ambientales y sociales.
De acuerdo con edie, esta opacidad se sostiene gracias a vacíos regulatorios en la Unión Europea. Aunque la Directiva de Reportes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD) exige que las compañías detallen la forma en que gestionan impactos materiales, muchas han logrado eludir la obligación clasificando temas clave como “no relevantes”. El resultado es un ecosistema empresarial en el que la falta de información sobre sustancias peligrosas limita la rendición de cuentas y deja a comunidades, empleados y autoridades sin datos indispensables.
El vacío que permite ocultar información sobre sustancias peligrosas
La evaluación de ChemSec mostró que solo Bayer, Lanxess y Merck consideran la gestión de materiales peligrosos como un asunto material. Para el resto –AkzoNobel, Arkema, BASF, Evonik, Henkel, Solvay, Syensqo, TotalEnergies, Umicore y Yara– este tema no alcanza el umbral para ser reportado con profundidad. Esta postura contrasta con el papel central que estas sustancias tienen en sus procesos productivos.
Al declarar que un tema no es material, las empresas evitan detallar prácticas, riesgos, planes de mitigación y avances. En la práctica, esto significa menos información sobre sustancias peligrosas disponible para inversionistas, autoridades y ciudadanía. De acuerdo con Sonja Haider, directora de finanzas sostenibles de ChemSec, la situación resulta “un poco absurda”, ya que estas compañías operan con volúmenes masivos de químicos de alto impacto.

Un problema que va más allá de los materiales peligrosos
El informe también revela fallas en otras áreas clave. La divulgación sobre microplásticos, su producción, uso y riesgos asociados continúa siendo escasa. Asimismo, las empresas reportan poco sobre cómo la contaminación podría afectar su estabilidad financiera a largo plazo, pese a ser un riesgo reconocido por múltiples organismos internacionales.
Las grietas en materia de gobernanza son igual de preocupantes. Ninguna de las 13 empresas detalla cómo las organizaciones de cabildeo con las que colaboran influyen en legislación relacionada con contaminación. Tampoco explican su conducta empresarial en términos de contribuciones financieras, lo que obstaculiza la transparencia en la interacción entre intereses privados y políticas públicas.
Un costo oculto para la salud global
El contexto se vuelve aún más grave con los hallazgos recientes de SystemIQ. Su nuevo artículo estima que cuatro grandes grupos químicos –ftalatos, bisfenoles, pesticidas y PFAS– generan daños equivalentes a 1.4 billones de dólares en costos de salud cada año. Esta cifra representa el 2% del PIB mundial y supera las ganancias anuales de las 100 mayores empresas públicas del sector químico.
Sian Sutherland, cofundadora de Plastic Planet, advierte que el problema persiste debido a una “falla global de gobernanza”. Según explica, estamos viviendo en un “salvaje oeste químico”, donde sustancias de alto riesgo se integran a la vida cotidiana sin pasar por evaluaciones suficientes que garanticen su inocuidad.

Un llamado urgente a transformar la regulación
Organizaciones especializadas señalan que los cambios graduales ya no son suficientes. Los responsables políticos necesitan adoptar medidas estructurales, como la eliminación progresiva pero definitiva de químicos dañinos y el cierre de vacíos regulatorios que permiten esta opacidad. Sin una reforma profunda, el sector seguirá operando bajo una lógica que privilegia la ganancia sobre la salud pública.
De igual forma, la falta de información sobre sustancias peligrosas en los reportes corporativos subraya la urgencia de mejorar la CSRD. Asegurar que las empresas realicen evaluaciones de doble materialidad robustas y alineadas con la ciencia será clave para evitar que los riesgos químicos continúen erosionando ecosistemas, economías y vidas humanas.
El diagnóstico de ChemSec expone un patrón preocupante: la industria química no está compartiendo los datos esenciales que permitirían evaluar y mitigar sus verdaderos impactos. Esta falta de transparencia no solo compromete la credibilidad corporativa, sino que también obstaculiza la acción colectiva para proteger la salud y el ambiente.
Ante un panorama global en el que los costos sanitarios y ecológicos asociados a sustancias peligrosas siguen aumentando, la transparencia ya no es una opción: es una obligación moral y estratégica. Solo con información clara, completa y verificable será posible avanzar hacia un modelo químico verdaderamente responsable y sostenible.







