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El petróleo que derramó British Petroleum yace en el fondo del Golfo

Gran parte de los 4.9 millones de barriles de crudo que se fugaron del pozo Macondo, tras el estallido de la plataforma Deepwater Horizon de British Petroleum la noche del 20 de abril de 2010, a unos 80 kilómetros de Luisiana, no se «evaporó», ni fue «recuperada» o «quemada» y tampoco se «dispersó» o la «devoraron» microbios, como el gobierno de Barack Obama aseguró el 6 de agosto.

Trece días después, la Institución Oceanográfica Woods Hole de Massachusetts, en la página web de la revista Science, desmintió el optimismo de la Casa Blanca, al revelar la existencia de una «capa invisible de crudo» en las profundidades del Golfo de México, que se degrada lentamente gracias a las temperaturas de 40 grados bajo cero prevalecientes en la zona, convirtiéndose en una amenaza a largo plazo para la vida marina.

«Deberíamos estar preocupados de que este material esté flotando a la deriva por quién sabe cuánto tiempo. Dicen que serán meses, pero es más probable que podamos darle seguimiento por años», advirtió William Graham, científico del Laboratorio Marino de la Isla Dauphin (Alabama), luego de leer el reporte.

Por entonces, las autoridades federales ya aceptaban la presencia de una «nube efímera» en el fondo, compuesta por 42 millones de galones de petróleo, aunque los especialistas de Woods Hole prefirieron utilizar la palabra «columna» en su estudio, que confirmó en diciembre la investigación en submarino de Samantha Joye, experta de la Universidad de Georgia, que durante la conferencia anual en Washington de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia, el 19 de febrero, asentó irónica que «los microbios mágicos quizá consumieron 10 por ciento de la descarga total, del resto no sabemos. Hay mucho ahí».

Joye realizó en total cinco expediciones que cubrieron dos mil 600 kilómetros cuadrados y recogieron 250 muestras del lecho marino. Exhibió fotografías de criaturas muertas, como cangrejos y estrellas de mar, además de resaltar que una ingente cantidad de metano del pozo, equivalente a tres millones de barriles, también se mezcló en el agua. Poco antes, Kenneth Feinberg, zar de las compensaciones pagadas por BP, había sostenido que en 2012 el Golfo estaría prácticamente recuperado. «He estado en el fondo, lo he visto con mis propios ojos», afirmó Joye. «Cuando lo ves, tienes una opinión diferente».

Atún

A una profundidad de tres mil metros, el crudo está por debajo del hábitat de algunas de las especies más consumidas por el hombre, como el atún y la macarela. No obstante, ahí viven peces y crustáceos diminutos que junto al plancton aportan nutrientes para ejemplares mayores de pesca comercial y mamíferos de aguas someras. Graham aseveró que elementos no tóxicos del petróleo fueron devorados, efectivamente, por bacterias que a su vez son presa del zooplancton, pero eso los incorporó a la cadena alimenticia mientras persisten las dudas sobre lo que ocurrió a los elementos tóxicos y sobre cómo afectará el proceso a huevos y larvas de peces, camarones y cangrejos.

Por lo demás, el grupo investigador del desastre, nombrado por Obama, asentó que la Oficina de Presupuesto de la misma Casa Blanca prohibió a la Administración Nacional Océanica y Atmosférica (NOAA) -que luego difundiría la historia del petróleo «desaparecido»- reportar al público el monto real de la fuga. Para abril de 2010 el «comando unificado» de la NOAA y la Guardia Costera hablaba de un derrame diario de 210 mil galones, cuando el cálculo más preciso era de 2.7 a 4.6 millones de galones.

Como se esperaba, en enero el grupo de Obama determinó que las fallas de seguridad y gestión de BP y de las firmas Halliburton -a cargo de construir el pozo- y Transocean, propietaria de la plataforma, fueron «sistémicas», pero descartó que el ahorro de recursos desembocara en la tragedia. Lo mismo concluyó la «averiguación» del accidente en la refinería de BP en Texas City, que mató a 15 personas y lesionó a 170 en 2005.

El petróleo yace en el fondo, entre otras razones por el vertido sin precedente de dispersantes químicos (1.8 millones de galones) como el venenoso Corexit, que impidieron su ascenso a la superficie, donde la «marea negra» y las playas manchadas habrían representado un costo político muy elevado para Obama. La Agencia de Protección Ambiental los autorizó, pero análisis de Woods Hole y de la Universidad de California indican que los dispersantes «resisten una rápida biodegradación» y permanecen en el fondo, por lo que también amenazan a la cadena alimenticia.

Rick Steiner, biólogo marino de la Universidad de Alaska, enfatizó que «lo que ocurrió fue un enorme impacto tóxico en el ecosistema del Golfo. El daño perdurará años o décadas».

Fuente: El Financiero, Informe Especial, p. 17.
Reportera: Gabriela Moyssen.
Publicada: 15 de abril de 2011.

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