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ColumnistasCongreso de Responsabilidad Social; mi primera vez en Monterrey

Congreso de Responsabilidad Social; mi primera vez en Monterrey

El pasado viernes 3 de octubre se celebró en Monterrey, el Congreso sobre Iniciativas, Instrumentos y Normas de Responsabilidad Social. No suelo ser «socialite», mucho menos viajero con ese propósito; de hecho, odio subirme al avión; tal vez de niño me traumó algún noticiero informando sobre la caída de uno de estos pájaros metálicos. No obstante, la temática del congreso ameritaba el esfuerzo.

Así que, un poco nervioso, un día antes del evento me dirigí al aeropuerto. Después de que casi me desnudan porque el maldito marco detector de metales me vio cara de terrorista y no dejaba de sonar, debo decir que me dió un enorme gusto encontrarme con uno de los 61 empleados con capacidades diferentes que se mueven en sillas motorizadas para ofrecer servicios de información en nuestra terminal aérea. Bien; la RS se abre camino.

Sin poder dominar del todo mi fobia, me armé de valor insuflándome uno de los pocos tranquilizantes de venta legal y sin receta— léase un buen vodka —y me subí a la aeronave. ¿Alguien sabe para qué nos informan a que altura vamos a volar? o ¿Por qué la anuncian en pies cuando apenas conocemos los metros?

—Muy buenas tardes damas y caballeros— dijo una voz imitando a Tom Cruise en Top Gun —Soy el Capitán Gutiérrez y a nombre de la tripulación les doy la más cordial bienvenida, informándoles que volaremos a una altitud de 28,000 pies.

—Mi estimado Capitán Gutiérrez— pensé —a sabiendas de que una caída de más de cinco metros es mortal, puedes volar a la altura que te plazca; sólo encárgate de que esta mole de fierro despegue y aterrice sin problemas— (Sólo para «apantallar», 5m son 16.4 pies; de modo que los otros 27,983.6 pies ya me son indiferentes)

Jamás había estado en Monterrey, y he de decir que me entusiasmaba hacerlo; capital del cabrito, sede del Cerro de la Silla y la Macroplaza, corazón del imperio Cuauhtémoc Moctezuma y, cómo olvidarlo, hogar de Elmo y el Comegalletas —que para quien no lo sepa, tienen casa en el regio Parque Plaza Sésamo—.

No lo había mencionado pero la razón de estar allí desde un día antes fue porque Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma ofrecería un recorrido y una cena para el internacional panel de ponentes y algunos otros invitados especiales, dentro de los cuales, tuve la cervecera fortuna de colarme.

Llegué a las siete de la tarde-noche al punto de encuentro, el Jardín Cerveza en las instalaciones de la colosal empresa. Impresionante, realmente impresionante; y no hablo del sueño líquido que representa ver circular litros y litros de espumoso producto, sino del espectacular edificio que se levanta majestuoso con fachada de ladrillo, amplios ventanales y tupida enredadera; diseño arquitectónico hecho para despertar envidia, ni duda cabe.

La visita comenzó después de una breve espera en el apacible jardín, donde los oriundos mosquitos nocturnos se dieron un festín con mis pies ¿Cómo puede un mosco picar siete veces los empeines cuando uno trae calcetines y zapatos?

El recorrido por las instalaciones fue fastuoso, una cátedra de historia que narró los inicios de una empresa, hermanada desde siempre a la responsabilidad social; una jornada por una planta que deja boquiabierto a cualquiera, si no por su moderna tecnología, sí por el antojo devenido de la cantidad y aroma de un producto competitivo a nivel mundial.

Obviamente, los turistas, flamantes representantes de instrumentos e iniciativas de RS como Pacto Mundial, GRI, AA1000, SA8000 o la OECD, no perdieron el tiempo y durante la visita comenzaron a hacer preguntas a la yugular, tocando temas relacionados a la eficiencia de los procesos o los sindicatos en México.

Llegó la hora de la cena y debo decir que me quedé con ganas de cabrito o parrillada, pues aunque el salmón estuvo de primera, me hubieran dado un poquito de lo otro, aunque sea para llevar en tupperware. Después me enteré que el menú obedeció a que algunos de los invitados tenían dietas especiales, incluso eran vegetarianos… uhmmm… es una lástima que mi estómago aún no entienda mucho de responsabilidad social.

Durante la cena, uno se codeaba —literalmente— con estos «Masters of the Universe», a los que hay que decirlo, sólo un soberbio no trataría de exprimirles conocimiento; así que desempolvé mi inglés y haciendo mi mejor esfuerzo por no hablar como Terminator, inciamos la conversación.

Hablamos de las elecciones en EU, de las probabilidades de Obama, de la crisis financiera surgida de comportamientos poco éticos, de la importancia que está cobrando la RS en el mundo y de la franca posibilidad de que en el futuro, ésta fuera obligatoria, no por ley, sino por las exigencias de las grandes empresas a su cadena de suministro. En este sentido, se enfatizó la importancia de los reportes y de las posibilidades reales de ser certificados por una tercera entidad independiente.

A la pregunta sobre cuál considerábamos que era la perspectiva de la RS en las empresas mexicanas, opiné que tal vez, salvo algunas excepciones como el caso de nuestros anfitriones y los socios del evento, muchas otras compañías parecían no saber aún que la RS se trataba de ética, no de est-ética. Morton Winston, de SA8000, asentía a la vez que levantaba su Bohemia y decía —This is superb!—

En reuniones así, uno se percata de que la globalización ya no es una tendencia, sino nuestra realidad. Podemos luchar contra ella y tratar de detenerla como quien busca parar una ola con la mano o podemos adaptar nuestra circunstancia, adoptando medidas para ello. Fue una velada agradable en todos sentidos. Pero que conste en actas que faltó parrillada.

Al día siguiente, ya en el Congreso, las conferencias mantuvieron el buen nivel. Se enfatizó, al hablar de los reportes, la importancia de la congruencia: Decir lo que se hace y hacer lo que se dice.

Una y otra vez el término sustentabilidad salió a flote, no sólo definido por el clásico axioma del Informe Brundtland, sino aterrizado en cuestiones prácticas, haciendo ver que una acción sustentable es aquella que es satisfactoria (individuo), justa (sociedad) y perdurable (medioambiente). En este sentido, podría decirse que una buena filosofía sustentable es aquella que reconoce que este planeta y su sistema social, no es nuestro, solamente está prestado por nuestros hijos.

Claro que entre los asistentes, no podían faltar los «look at me!» quienes durante las rondas de preguntas buscan el lucimiento personal y hacen cuestionamientos largos como discursos.
—¡Es pregunta, no ponencia!— tuve ganas de gritar más de una vez, recordando a un conferencista de NY que en un evento de mis días universitarios, nos dijo —No entiendo por qué los mexicanos, para formular una pregunta, tienen que dar todo el marco conceptual.—

Fue un buen congreso, un evento pionero, una experiencia esclarecedora donde quizás, el mejor legado fueron dos conceptos: primero, la mejor herramienta de RS es la que mejor se acopla a la empresa; y dos, la importancia de reportar; no llenando páginas de publicaciones elegantes, sino elaborando ejercicios que pudieran incluso certificarse; siguiendo para su hechura, pautas muy establecidas que cumplan con la ley, respondan a los stakeholders e informen de forma puntual y medible, sobre aspectos económicos, sociales y ambientales; nuevamente «people, planet, profit (the triple bottom line).»

Al caer la tarde, una de las socias del evento, en un gesto más de la hospitalidad regiomontana, nos consiguió transporte al aeropuerto.

—¡Que los lleven en la troca! Es la que uso para irme a macalearrr— nos dijo, y aún en mi capitalina igno-sincracia entendí que nuestra hermana regia acostumbraba ir de «shopping» a McAllen en su camioneta.

De modo que lo que puedo decir de mi primera experiencia en Monterrey, es que aún sin cabrito y sin saludar a Elmo, para decirlo localmente… ¡Estuvo con madre!



aRSEnico

aRSEnico es el seudónimo químico de un asesor en RS muy tóxico, solitario, ensimismado y cuasi misántropo, que a través de una propuesta editorial de crítica ácida, expone las circunstancias, a veces inverosímiles, que se presentan en la RSE. La columna, si bien es ficticia se alimenta de eventos de la vida real sin los cuales no sería posible su realización. El objetivo es precísamente, además de provocar la risa forzada de reconocer y reconocerse en ella, señalar dichas circunstancias desde un enfoque cínico e incluso que raya en anti RS, para mostrar finalmente en este radioactivo estilo, el «deber ser» de la RSE.

1 COMENTARIO

  1. Ah Arsénico… te dije que no me ventanearas, pero ya ni modo; un día te invito a McAllen para que no te digan y no te cuenten…saludos.

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