Por Edgar López
El Financial Times publica y confirma lo que en los mercados ya se comentaba: BlackRock decidió cerrar su Impact Opportunities Fund (BIO), el fondo que durante cuatro años simbolizó su apuesta más visible por la inversión con propósito.
Lanzado en 2021 con 800 millones de dólares, el fondo buscaba invertir en empresas propiedad de, dirigidas por o que atienden a comunidades afroamericanas, latinas e indígenas en Estados Unidos. Era el emblema del discurso de inclusión financiera desde el capital institucional. Hasta que su inversión más representativa se vino abajo.

Tricolor: cuando la inclusión se volvió deuda
El 30 de septiembre de 2025, Tricolor Holdings LLC —una financiera de Texas que vendía autos usados y otorgaba créditos a personas sin historial crediticio, principalmente hispanas— se declaró en bancarrota. Según Financial Times, representaba alrededor del 22 % de la cartera del fondo BIO.
Su modelo prometía inclusión; su balance reflejaba descontrol. Tasas promedio del 28 %, plazos de hasta 72 meses y una morosidad superior al 45 % en 2024, de acuerdo con S&P Global Market Intelligence. El resultado: familias endeudadas, activos embargados y una historia que terminó en el mismo punto donde tantas otras: promesas que no se cobran.
“El impacto social no puede ser un sustituto del análisis crediticio.”
Analista senior de BlackRock, citado por FT, noviembre de 2025
Con la caída de Tricolor, el fondo perdió su caso más visible. BlackRock decidió cerrarlo a nuevas inversiones y liquidar gradualmente su portafolio.

Del púlpito al ajuste de cuentas
El cierre del BIO no es una ruptura, sino una confirmación. BlackRock ya había bajado el tono mesiánico del ESG. Dejó de predicar la sostenibilidad como causa moral y empezó a administrarla como lo que siempre debió ser: una variable de riesgo, no un dogma.
En 2021, Larry Fink publicó su carta anual a los CEOs, titulada “Stakeholders and the Future of Capitalism.” En ella defendía que el propósito no era un lujo reputacional, sino una condición para generar valor sostenible:
“Purpose is not a mere tagline or marketing campaign; it is a company’s fundamental reason for being — what it does every day to create value for its stakeholders.”
Esa visión impulsó el lanzamiento del BIO con gran entusiasmo en la comunidad financiera global. Pero cuatro años después, el mercado devolvió el mensaje con una sobriedad que no admite metáforas: el propósito puede inspirar, pero no reemplazar la rentabilidad.
La cronología lo deja claro:
- 2021: Fink enuncia su credo del propósito y el valor a largo plazo.
- 2023: Texas y Florida restringen los fondos ESG en pensiones públicas.
- 2024: los fondos sostenibles de BlackRock rinden 2.1 % menos que el S&P 500.
- 2025: el cierre del BIO se comunica internamente como una “reasignación hacia estrategias de riesgo ajustado.”
Según Bloomberg, la firma redujo en 41 % su exposición a fondos de impacto desde 2023. El mensaje no es el fin del ESG, sino su madurez: menos fe, más método.
Lo que este caso enseña
- El propósito sin solvencia no es sostenibilidad. BIO nació para empoderar, pero terminó expuesto al mismo riesgo que pretendía resolver.
- La etiqueta ESG no reemplaza la gestión del riesgo. Tricolor cumplía criterios de diversidad, pero no de viabilidad.
- La transparencia es el verdadero retorno social. Solo cuando se dice toda la verdad, el propósito conserva sentido.
Para quienes hablan con facilidad de inversión de impacto
Este caso debería hacernos bajar la voz y subir el rigor.
Hablar de inversión de impacto no es juntar capital y causa. Es reconocer que cada peso invertido en nombre del bien social debe responder a las mismas reglas del capital: riesgo, retorno y transparencia.
No basta con financiar el cambio si no se puede medir, sostener ni asumir el costo de sus fallas. Eso no es impacto; es retórica con buena prensa.
BlackRock no se equivocó por intentarlo, sino por suponer que el propósito podía compensar un modelo débil. Y esa lección vale tanto para Wall Street como para América Latina.
El impacto no se logra con discurso, sino con diseño. Y la inversión de impacto no es un título moral: es una disciplina que exige la misma precisión que cualquier negocio rentable.
Y podemos estar de acuerdo en que…
El cierre del BIO no es el fin del ESG; es su regreso a tierra firme.
BlackRock no abandona el propósito: lo somete a la disciplina del capital. Y quizá ahí esté la verdadera madurez del movimiento: cuando el propósito deja de flotar en el discurso y empieza a rendir cuentas en el balance.
Porque en sostenibilidad, como en finanzas, lo que no se cobra en balance… se paga en confianza.

Edgar López Pimentel, es actualmente Director en Expok, ejerciendo su liderazgo día a día con pasión por la responsabilidad social y el desarrollo sustentable. Su labor ha contribuido significativamente al posicionamiento de empresas líderes en materia de responsabilidad social.
Su formación académica, enriquecida por programas de Alta Dirección de Empresas en el IPADE e IE Business School, así como una maestría en Responsabilidad Social Empresarial en la Universidad Anáhuac Norte, respaldan su liderazgo.







