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¿Por qué las empresas deberán examinar la ética de la inteligencia artificial? 

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La inteligencia artificial dejó de ser una promesa tecnológica para convertirse en una infraestructura crítica que atraviesa decisiones laborales, financieras y sociales. En este contexto, el Foro de las Naciones Unidas sobre Empresas y Derechos Humanos evidenció que el debate ya no gira solo en torno a la innovación, sino a la ética de la IA y su impacto real en los derechos humanos. Para las empresas con compromisos ESG, este examen dejó de ser opcional.

El tono del Foro fue claro desde el inicio. Volker Türk, Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, describió a la IA como un “monstruo de Frankenstein” capaz de manipular y distorsionar, aunque con un enorme potencial positivo. Esa dualidad obliga a las organizaciones a preguntarse cómo están desarrollando, adquiriendo e implementando sistemas de IA, y bajo qué criterios de responsabilidad.

La ética de la IA ya no es solo un debate tecnológico

Según información de Sustainable Brands, la discusión presentada en Ginebra dejó claro que la ética de la IA no puede limitarse a los desarrolladores de tecnología. Hoy, todas las empresas que integran sistemas de IA —incluso mediante simples actualizaciones de TI— asumen responsabilidades directas sobre sus impactos sociales.

El Foro subrayó que gobiernos y empresas actúan no solo como usuarios, sino como clientes con poder de influencia. Al colaborar con firmas tecnológicas y centros académicos, tienen la capacidad —y la obligación— de exigir estándares éticos, transparencia algorítmica y salvaguardas en derechos humanos.

Sin embargo, investigaciones como el proyecto IA e Igualdad, en colaboración con la Universidad de Cambridge, revelan una brecha preocupante. No existe evidencia de que las autoridades públicas estén utilizando ese poder para imponer criterios éticos sólidos en la adopción de IA.

Esta adopción “inconsciente” se replica en el sector privado. Muchas organizaciones incorporan IA sin evaluaciones específicas de riesgo, lo que expone a las empresas a impactos reputacionales, legales y sociales cada vez más visibles.

ética de la IA

Riesgos de derechos humanos y responsabilidad empresarial

Uno de los consensos más claros del Foro fue que la opacidad de la IA —su naturaleza de “caja negra”— dificulta la identificación temprana de riesgos. Para especialistas en derechos humanos, esta falta de trazabilidad es incompatible con una gestión responsable.

El Grupo de Trabajo de la ONU sobre Empresas y Derechos Humanos advirtió que no comprender cómo se desarrolla y utiliza la IA puede derivar en litigios. La ausencia de procesos de debida diligencia en IA ya es considerada una omisión relevante desde la óptica legal y ética.

Además, se alertó sobre el riesgo de discriminación asociado a grandes modelos lingüísticos entrenados con datos no representativos. Estos sesgos pueden amplificar desigualdades preexistentes, especialmente cuando los grupos vulnerables tienen bajos niveles de alfabetización en IA.

En este escenario, la ética de la IA se convierte en un eje estratégico de gobernanza corporativa. No se trata solo de evitar daños, sino de garantizar que la tecnología no contradiga los compromisos públicos de inclusión, equidad y respeto a los derechos humanos.

El factor humano detrás de la inteligencia artificial

Uno de los mensajes más contundentes del Foro fue que la IA no es solo código. Detrás de los algoritmos existen millones de personas que etiquetan datos, moderan contenidos y entrenan sistemas bajo condiciones laborales precarias.

Testimonios presentados por UNI Global Union revelaron el impacto psicológico severo que enfrentan moderadores de contenido. Exposición constante a violencia, abuso y material sexual, objetivos inalcanzables y falta de apoyo emocional son parte de la cadena de suministro de la IA.

Para sindicatos y expertos, hablar de ética de la IA sin abordar estas condiciones laborales es una omisión grave. La transparencia de la cadena de suministro tecnológica emerge como un punto de partida indispensable para cualquier enfoque responsable.

Como se señaló en el Foro, si el trabajo humano detrás de la IA se precariza, los resultados sociales de la tecnología inevitablemente se degradan. La calidad ética de la IA comienza en cómo se trata a las personas que la hacen posible.

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De la preocupación a la acción empresarial

El Foro dejó claro que estamos entrando en una nueva etapa. La responsabilidad ya no recae únicamente en las grandes empresas tecnológicas, sino en todas las organizaciones que integran IA en sus procesos, productos y decisiones.

Examinar la ética de la IA implica adoptar una mirada integral: gobernanza, derechos humanos, condiciones laborales, transparencia y rendición de cuentas. Para las empresas, este enfoque no solo reduce riesgos, sino que fortalece la legitimidad social de la innovación.

En un entorno donde la confianza se ha vuelto un activo estratégico, desarrollar IA de manera segura y justa no es una carga adicional. Es, cada vez más, una condición básica para hacer negocios responsables en la economía digital.

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