Para 2050, el cambio climático será la mayor amenaza para la naturaleza, superando incluso al cambio de uso de suelo, según información reciente de la OCDE. La reducción de emisiones no ha avanzado al ritmo esperado y, como resultado, ecosistemas críticos como la Amazonia podrían pasar de ser grandes sumideros de carbono a convertirse en fuentes de gases de efecto invernadero. Este escenario no sólo aceleraría el calentamiento global, sino que también profundizaría la pérdida de biodiversidad.
La OCDE advierte que una parte relevante del problema es la falta de integración entre las políticas ambientales nacionales. Hoy, la mayoría de los gobiernos aborda de manera aislada el cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad, desaprovechando oportunidades para diseñar respuestas más sólidas y con múltiples beneficios. Este análisis ofrece un marco urgente para repensar la acción climática desde una visión sistémica.
Cambio climático: la mayor amenaza para la naturaleza
La OCDE proyecta que el cambio climático se convertirá en la mayor amenaza para la naturaleza en los próximos 25 años si no se acelera la reducción de emisiones. Al continuar el uso intensivo de combustibles fósiles y mantener prácticas insostenibles en sectores clave como transporte, agricultura y energía, los impactos ecológicos se volverán cada vez más severos. Ecosistemas como la selva amazónica, vital para la estabilidad climática global, podrían alcanzar puntos críticos que desencadenen efectos irreversibles.
Además, advierte que la transición energética mal planificada podría generar daños colaterales. El impulso acelerado a los biocombustibles, por ejemplo, está ampliando monocultivos que degradan suelos y reducen la biodiversidad. De igual manera, proyectos renovables a gran escala —cuando no consideran impactos territoriales y sociales— pueden desplazar especies o fragmentar hábitats. Estas tensiones muestran que la sostenibilidad requiere estrategias integrales que no sustituyan un problema ambiental por otro.

Comprender estos vínculos —como señala Mathias Cormann, secretario general de la OCDE— es indispensable para diseñar respuestas efectivas. Integrar clima, biodiversidad y contaminación en un mismo marco estratégico permitirá avanzar hacia soluciones más robustas y coherentes, evitando retrocesos.
Políticas fragmentadas que agravan los riesgos ambientales
Las políticas ambientales aisladas no sólo retrasan la acción climática, sino que profundizan los impactos negativos en varios frentes. La OCDE señala que sectores como el transporte continúan generando emisiones masivas y, simultáneamente, deterioran la salud pública a través de la contaminación del aire. Cuando los gobiernos atienden sólo una dimensión del problema —por ejemplo, priorizar emisiones sin considerar la salud o la biodiversidad— los resultados se vuelven insuficientes.
Asimismo, las medidas para reducir emisiones pueden generar daños no intencionados. Algunos países han flexibilizado regulaciones territoriales para acelerar proyectos renovables, lo que en ciertos casos agrava la presión sobre áreas ecológicas sensibles. Esto demuestra que la transición energética requiere marcos más cuidadosos, donde los beneficios climáticos no sacrifiquen la biodiversidad.
A ello se suma la falta de evaluación integral en políticas de uso de suelo. La expansión agrícola para biocombustibles o monocultivos amenaza ecosistemas completos y debilita la capacidad de la naturaleza para adaptarse al estrés climático. La OCDE sostiene que la respuesta no está en frenar la transición, sino en diseñar mecanismos de gobernanza que anticipen riesgos y gestionen compensaciones.
Para los profesionales de RSE, este panorama refuerza la importancia de incorporar análisis de impacto ambiental multivariable en los proyectos corporativos. La interconexión entre clima, biodiversidad y contaminación debe guiar la toma de decisiones para que la sostenibilidad sea realmente efectiva y no una suma de esfuerzos desconectados.

Recomendaciones de la OCDE para enfrentar la mayor amenaza para la naturaleza
El informe ofrece un conjunto de palancas estratégicas diseñadas para integrar políticas ambientales y aumentar su eficacia. Entre ellas destaca alinear las finanzas públicas y privadas con objetivos climáticos y de biodiversidad. Este cambio permitiría canalizar recursos hacia proyectos que aborden simultáneamente mitigación, adaptación y conservación, reduciendo duplicidades e incrementando el impacto.
Otra recomendación clave es mejorar la gestión de compensaciones en la transición energética. Esto implica considerar el uso de la tierra, la demanda de materiales y el manejo del final de vida de tecnologías renovables. Estas variables suelen quedar fuera de la planificación climática, pero son esenciales para no generar nuevos problemas mientras se resuelven otros.
La OCDE también llama a transformar el uso de recursos naturales a través de la economía circular. Reducir residuos, mejorar la eficiencia en materiales y diseñar sistemas productivos regenerativos son pasos necesarios para disminuir la presión sobre los ecosistemas. En paralelo, fortalecer la sostenibilidad de los sistemas alimentarios ayudará a reducir emisiones, mejorar la biodiversidad y aumentar la resiliencia frente a sequías y estrés hídrico.
Finalmente, la organización subraya la importancia de cerrar brechas de investigación. Incorporar de manera sistemática las interrelaciones entre clima, biodiversidad y contaminación en la elaboración de informes y planificación es indispensable para anticipar riesgos y diseñar soluciones integrales. Las próximas tres COP —clima, biodiversidad y desertificación— representan una oportunidad crítica para que los países armonicen sus estrategias y reconozcan que el cambio climático es ya la mayor amenaza para la naturaleza.

Integrar políticas para enfrentar un riesgo creciente
La advertencia de la OCDE deja claro que abordar de manera aislada el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación ya no es viable. Frente a la mayor amenaza para la naturaleza, las soluciones requieren coordinación, visión sistémica y una transformación profunda de los marcos regulatorios nacionales. Para quienes lideran estrategias de RSE, este análisis es un llamado a replantear los esfuerzos corporativos con una mirada articulada y basada en evidencia.
Las próximas negociaciones internacionales, junto con la creciente presión social por acciones climáticas contundentes, ofrecen una ventana para impulsar esta integración. Si los países alinean sus decisiones de política con las recomendaciones de la OCDE, será posible avanzar hacia un modelo más resiliente, justo y equilibrado con el planeta.







