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NoticiasWhatsApp y Facebook, las principales vías del ciberacoso en México: INEGI

WhatsApp y Facebook, las principales vías del ciberacoso en México: INEGI

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Las redes sociales, diseñadas para conectar, también pueden convertirse en escenarios de violencia. Así lo revelan los datos más recientes del INEGI, que indican que en 2024 más de 18.9 millones de personas en México —el 21% de los usuarios de internet de 12 años o más— fueron víctimas de algún tipo de ciberacoso. La cifra no solo es alarmante por su magnitud, sino por las emociones, silencios y desigualdades que arrastra.

Según Forbes, detrás de cada porcentaje hay una historia interrumpida por mensajes ofensivos, llamadas intimidantes o perfiles falsos. Plataformas como WhatsApp y Facebook, que lideran la lista de canales más utilizados para agredir, nos obligan a mirar el problema desde una perspectiva crítica y socialmente responsable. ¿Cómo prevenirlo? ¿Qué papel juegan las empresas, los gobiernos y la sociedad civil?

WhatsApp y Facebook: canales cotidianos convertidos en amenazas

En el universo digital mexicano, WhatsApp y Facebook ocupan un lugar privilegiado… incluso cuando se trata de violencia. De todas las víctimas de ciberacoso en México, el 39.8% señaló haber sido atacada por WhatsApp, seguida muy de cerca por Facebook (39.7%). El teléfono celular, con 29.3%, completa este preocupante podio.

Esta estadística pone el foco sobre plataformas utilizadas a diario por millones, lo que plantea un desafío urgente para las políticas de prevención y moderación de contenido. La normalización de la violencia digital en estos espacios incrementa el riesgo de que el acoso pase desapercibido o se minimice.

El problema no está solo en la plataforma, sino en la falta de acción conjunta entre usuarios, empresas tecnológicas y autoridades. La responsabilidad social digital hoy más que nunca requiere acciones coordinadas y firmes.

¿Quién agrede y a quién? El género también importa

El ciberacoso en México no afecta por igual a todos los grupos. Las mujeres registraron una prevalencia de 22.2%, superior al 19.6% de los hombres. Además, el 52.1% de las mujeres que pudieron identificar a su agresor señaló que se trataba de un hombre.

Estas cifras confirman que el acoso digital también reproduce dinámicas de género presentes en el mundo físico. A esto se suma el hecho de que el miedo es un efecto mucho más común entre mujeres (34.5%) que entre hombres (16%).

Este panorama obliga a las organizaciones y actores sociales a incorporar enfoques de género en sus estrategias contra el ciberacoso, reconociendo que la experiencia digital de una niña o una adolescente no es la misma que la de un joven o un adulto.

El anonimato y la impunidad digital

Uno de los factores que perpetúa el ciberacoso en México es la dificultad para identificar a los agresores. Según INEGI, el 62.9% de las víctimas no sabía quién las había acosado. Solo el 21.6% identificó a personas conocidas y el 15.5% a ambos tipos de agresores.

El anonimato que ofrece el entorno digital actúa como escudo para quienes ejercen violencia, y como barrera para quienes buscan justicia. De ahí que apenas el 11.2% de las víctimas haya presentado una denuncia formal. La mayoría optó por bloquear a los agresores (66.6%) o ignorarlos (14.1%).

Estos datos muestran la urgencia de mejorar los canales de denuncia, generar confianza institucional y capacitar a las autoridades para enfrentar esta problemática desde una óptica de derechos humanos.

El impacto emocional: la otra herida que deja el ciberacoso

Más allá de las cifras, el ciberacoso en México deja una huella emocional profunda. Enojo (58.6%), desconfianza (36.7%) e inseguridad (30.1%) fueron los efectos más reportados por las víctimas. Y aunque estas emociones pueden parecer pasajeras, muchas veces desencadenan aislamiento, depresión o abandono escolar y laboral.

Este tipo de violencia no solo afecta a las personas directamente involucradas, sino que genera un entorno digital menos seguro para todos. Las emociones que provoca minan la confianza en las redes sociales como herramientas de comunicación y participación.

Las empresas tecnológicas y los organismos de responsabilidad social deben asumir un rol activo en el acompañamiento emocional de las víctimas, creando espacios de apoyo, redes de orientación y campañas educativas.

¿Quiénes son más vulnerables?

Llama la atención que las personas que pasaron en promedio más tiempo conectadas fueron también las más expuestas al ciberacoso en México. Quienes sufrieron acoso pasaron 5.5 horas diarias en línea, casi una hora más que quienes no lo vivieron.

Esto refuerza la idea de que no se trata solo de estar conectado, sino de cómo y desde dónde se navega. En estados como Yucatán (29.7%), San Luis Potosí (26.9%) e Hidalgo (26.2%), el problema se agudiza, quizás por la falta de campañas de prevención o marcos legales eficaces.

Resulta clave que las empresas, las escuelas y los gobiernos trabajen juntos para fortalecer la alfabetización digital crítica desde edades tempranas, promoviendo prácticas responsables de uso y acompañamiento constante.

Medidas de protección: un paso, pero no suficiente

El estudio también muestra que el 74.2% de quienes usaron internet en los últimos tres meses tomaron alguna medida de seguridad, siendo el uso de contraseñas la más común (95.9%). Sin embargo, apenas el 19.7% instaló o actualizó antivirus o cortafuegos.

Si bien proteger dispositivos es importante, prevenir el ciberacoso en México requiere ir más allá: hablar de consentimiento digital, de límites en la comunicación, de cómo reportar y denunciar. La educación debe ir a la raíz del problema.

Los programas de responsabilidad social corporativa pueden ser aliados clave para impulsar esta transformación, desarrollando contenidos pedagógicos y estrategias de sensibilización en línea y fuera de ella.

Frente a la violencia digital, responsabilidad compartida

El ciberacoso en México no es un problema individual ni exclusivo de las plataformas: es un reflejo de nuestras fallas sociales trasladadas al espacio digital. Afecta a millones y, en especial, a mujeres y jóvenes. Su impacto emocional, legal y social exige una respuesta multisectorial.

Prevenirlo implica más que herramientas tecnológicas. Se necesita educación, voluntad institucional, colaboración entre empresas y un firme compromiso de responsabilidad social. Cada clic, cada reporte, cada historia contada suma en la construcción de un entorno digital más seguro, empático y justo.

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