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¿Cambio auténtico? Prada afirma dejar atrás la apropiación cultural para ser responsable

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Cuando las sandalias masculinas de Prada desfilaron en la Semana de la Moda de Milán, pocas personas imaginaron que ese modelo “aparentemente inocente” desataría un debate global. Sin embargo, la semejanza con las chappals kolhapuri de India —un diseño artesanal con raíces en el siglo XII— encendió alarmas, protestas y una conversación urgente sobre ética, reconocimiento y justicia cultural. Lo que parecía una presentación más en el calendario de moda pronto se convirtió en un caso mundial de escrutinio.

En cuestión de días, la indignación de comunidades artesanas llegó al centro de decisiones de la firma italiana. Así comenzó un giro inesperado en la narrativa: de una acusación por apropiación cultural de Prada a un intento de reconstruir confianza a través del diálogo, la colaboración y la promesa de un diseño más responsable. Pero la pregunta persiste: ¿es esto una transformación genuina o una respuesta estratégica ante la presión reputacional?

Controversia con historia

El punto de partida fue simple: unas sandalias planas llamadas “sandalias de cuero”, cuya silueta imitaba sin matices a las tradicionales kolhapuri. Mientras que un par auténtico puede costar diez euros en mercados locales, el modelo de lujo insinuaba un precio superior a los mil euros. La industria artesanal india reaccionó de inmediato.

El reclamo central no era solo el precio, sino la falta de reconocimiento. Para los artesanos y las comunidades que han preservado este oficio durante siglos, las kolhapuri son un símbolo cultural y un legado identitario que no puede reducirse a un accesorio de pasarela.

Prada responde: un reconocimiento tardío

La Cámara de Comercio de Maharashtra intervino rápidamente, exigiendo a Prada reconocer el origen del diseño. Lorenzo Bertelli, responsable de marketing y sostenibilidad de la marca, emitió una carta en la que admitía la inspiración en la artesanía india y su “rica historia cultural”.

Aun así, el reconocimiento llegó después de la presión pública. Y aunque Prada aseguró que el modelo estaba en fase de diseño y podría no comercializarse, el incidente abrió la puerta a cuestionamientos mayores sobre la apropiación cultural de Prada y el rol de las casas de moda en proteger —y no explotar— la herencia cultural.

No es la primera vez: un patrón en la industria

La historia del lujo y la apropiación cultural no es nueva. Paul Smith enfrentó críticas similares en 2014 cuando replicó el calzado peshawari pakistaní con un precio hasta veinte veces mayor. Tras la presión social, el diseñador tuvo que aclarar públicamente la inspiración de su modelo.

Este tipo de episodios confirma una tendencia problemática: el uso de diseños tradicionales sin reconocimiento ni beneficio para sus comunidades de origen. El caso reciente volvió a colocar el foco en la apropiación cultural de Prada y en la urgencia de prácticas más éticas en la moda global.

Mientras el debate internacional crecía, en India surgía otra tensión: la producción de las kolhapuri enfrenta desafíos políticos y religiosos. Las restricciones y violencia relacionadas con el comercio de cuero han afectado directamente a artesanos —muchos de ellos pertenecientes a comunidades dalit— que han transmitido estas técnicas por generaciones.

La organización Dalit Voice recordó que estas sandalias no son solo moda: representan identidad, dignidad y resistencia.

Su mensaje fue contundente: “Respeta las raíces”. Esta llamada amplificó la discusión más allá del diseño, llevándola al terreno de los derechos humanos y la justicia social.

De la apropiación cultural de Prada a un modelo inclusivo

De acuerdo con Forbes, seis meses después de la controversia inicial, Prada anunció un acuerdo histórico: la creación de una colección de sandalias Made in India, fabricadas en Maharashtra y Karnataka, con 2,000 piezas elaboradas por artesanos locales. Cada par se venderá en 40 tiendas globales por alrededor de 800 euros.

La marca firmó alianzas con LIDCOM y LIDKAR, organizaciones que preservan el patrimonio del cuero en India. Este proyecto incluye formación, intercambio cultural y oportunidades de capacitación en la Academia Prada en Italia. Para muchos artesanos, esta colaboración promete ingresos más dignos y la posibilidad de atraer a nuevas generaciones al oficio.

¿Reparación o estrategia? El impacto y las dudas

La colección costará “varios millones de euros”, según Bertelli, quien asegura que los artesanos recibirán una remuneración justa. El movimiento ha sido celebrado como un ejemplo de reparación cultural que podría impulsar la demanda por las auténticas kolhapuri y contribuir a preservar su tradición.

Sin embargo, el debate no termina ahí. Muchos se cuestionan si el cambio responde a una convicción profunda o a un manejo reputacional.

En un mercado de lujo que busca legitimidad ética, este tipo de colaboraciones pueden ser un avance… o un mecanismo para limpiar la imagen sin transformar las prácticas estructurales.

Desde la perspectiva de responsabilidad social empresarial, el caso Prada es un ejemplo claro de cómo la presión social puede acelerar procesos de corrección ética. La reacción inicial —reconocimiento tardío, aclaraciones y revisión del diseño— muestra que la empresa no anticipó los riesgos culturales asociados a su creatividad, lo que evidencia una falta de diligencia debida en derechos culturales y prácticas de diseño responsable. La apropiación cultural de Prada sirvió como catalizador para replantear su relación con las comunidades que inspiran sus colecciones.

El paso hacia la colaboración con artesanos indios representa un esfuerzo positivo, especialmente al incluir formación, remuneración justa y participación activa de instituciones locales. Este enfoque va más allá de la simple atribución simbólica: crea valor compartido, preserva técnicas tradicionales y reconoce inequidades históricas. Sin embargo, también plantea un desafío: garantizar que este modelo no quede aislado como una respuesta reactiva, sino que se convierta en un estándar permanente dentro de la empresa.

Finalmente, el caso subraya una lección clave para el sector del lujo: la sostenibilidad cultural es tan relevante como la ambiental o social. Las marcas deben integrar análisis de riesgo cultural, mecanismos de consulta con comunidades y políticas claras de respeto patrimonial. Solo así podrán evitar repetir episodios como el de la apropiación cultural de Prada y avanzar hacia prácticas que valoren genuinamente la herencia, la identidad y la dignidad de quienes mantienen vivo el arte detrás de cada pieza.

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