A finales de 2023, más de 130 países firmaron un ambicioso pacto durante la COP28 en Dubái: triplicar la capacidad de energías renovables para 2030. Se trataba de una promesa clave para mantener viva la meta de limitar el calentamiento global por debajo de 1.5 °C. Pero a dos años de ese compromiso, el avance real dista mucho de lo esperado.
Según el análisis más reciente de Ember, un think tank especializado en clima, la mayoría de los gobiernos no ha seguido con acciones concretas este acuerdo. Mientras el reloj climático avanza sin tregua, muchos países no han actuado tras el compromiso climático de la ONU, y eso pone en riesgo no solo los objetivos de transición energética, sino también la credibilidad de la cooperación internacional.
El pacto que buscaba un punto de inflexión
De acuerdo con The Guardian, la promesa de triplicar las energías renovables —de 3.7 a 11 teravatios para 2030— fue celebrada como una de las victorias más claras de la COP28. Lograrlo implicaba una transformación masiva en la forma en que producimos y consumimos energía.
Sin embargo, solo 22 países han elevado sus metas desde entonces, la mayoría en Europa. Esto ha provocado una desconexión preocupante entre los discursos y las decisiones políticas concretas.
Los datos muestran que los países no han actuado tras el compromiso climático, dejando que la inercia de los combustibles fósiles siga marcando el rumbo energético global.

EE.UU., China y Rusia: gigantes sin compromiso claro
Resulta alarmante que las tres economías con mayor huella de carbono —Estados Unidos, China y Rusia— no hayan actualizado sus metas renovables desde el acuerdo. Juntas, representan casi la mitad de las emisiones globales anuales.
Washington y Moscú, de hecho, ni siquiera tienen metas públicas de energías limpias para 2030, y no se espera que sus líderes las establezcan pronto. Beijing, por su parte, aún no define su nuevo plan quinquenal.
En este contexto, hablar de sostenibilidad se vuelve complejo si los países no han actuado tras el compromiso climático, sobre todo cuando se trata de quienes más pueden influir en el futuro del planeta.

México e Indonesia: retrocesos preocupantes
Aunque México e Indonesia actualizaron sus metas, lo hicieron con menos ambición que antes. En lugar de avanzar, ambas economías optaron por suavizar sus objetivos, en un momento crítico para el planeta.
La decisión de estos países de reducir sus metas envía un mensaje contradictorio al resto del mundo. Si no hay coherencia entre lo que se firma en cumbres internacionales y lo que se implementa a nivel nacional, el efecto dominó puede ser desastroso.
Estos casos refuerzan la narrativa de que muchos países no han actuado tras el compromiso climático, y que incluso hay retrocesos disfrazados de cambios técnicos.
India y Vietnam: entre la alineación y la ambición
India mantiene su meta de alcanzar 500GW de renovables para 2030, un objetivo que, aunque no se ha actualizado, está alineado con la meta global de triplicar la capacidad.
Vietnam, en cambio, se ha posicionado como un referente positivo. Su compromiso de añadir 86GW adicionales de renovables lo convierte en el país más ambicioso desde la COP28.
Estos ejemplos muestran que sí es posible actuar con determinación. Pero siguen siendo la excepción en un escenario donde muchos países no han actuado tras el compromiso climático de la ONU.

América Latina y Asia-Pacífico: señales mixtas
Brasil y Australia anunciaron aumentos de 15GW y 18GW, respectivamente. Aunque son pasos valiosos, aún están lejos de lo necesario para transformar su matriz energética.
Corea del Sur, por su parte, planea aumentar 9GW. El Reino Unido promete 7GW adicionales para cumplir con su meta de descarbonizar la electricidad. Son señales alentadoras, pero todavía insuficientes.
Cuando se observa el panorama regional, queda claro que los países no han actuado tras el compromiso climático con la contundencia que se necesita para una transformación real.

¿Por qué importa tanto triplicar las renovables?
Según el informe de Ember, triplicar la capacidad de energías limpias es la acción más importante de esta década para mantenernos dentro del umbral de 1.5 °C. Sin ella, el mundo seguirá dependiendo de los combustibles fósiles.
Las consecuencias de no cumplir esta meta no son solo técnicas o económicas, sino profundamente humanas: más eventos climáticos extremos, pérdida de biodiversidad y aumento de desigualdades.
Por eso, cuando los países no han actuado tras el compromiso climático, no solo están incumpliendo una promesa diplomática, están poniendo en riesgo nuestro futuro colectivo.
La falta de acción de la mayoría de los países tras el compromiso climático de la ONU revela un peligroso desajuste entre la urgencia del momento y la lentitud de las decisiones.
Triplicar las energías renovables no es una opción, es una necesidad crítica para proteger la vida en el planeta. Quienes trabajan en responsabilidad social tienen hoy más que nunca la tarea de exigir coherencia, rendición de cuentas y liderazgo climático.
Porque el tiempo corre, y si no actuamos ahora, los compromisos quedarán en letra muerta y las oportunidades, en el pasado.







