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Otro retroceso: Trump desmantelará un centro vital para la ciencia del clima

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La ciencia del clima ha avanzado históricamente en un terreno complejo, donde la evidencia empírica convive con debates políticos, económicos y culturales. En ese cruce, los centros de investigación han funcionado como anclas de certidumbre, aportando datos que permiten anticipar riesgos, diseñar políticas públicas y proteger a la población ante fenómenos extremos.

Por ello, el anuncio de la administración Trump de desmantelar una de las instituciones más reconocidas en ciencias atmosféricas no es un hecho menor. Se trata de una decisión que va más allá de una reestructura administrativa y que abre una conversación profunda sobre el papel de la ciencia, la responsabilidad del Estado y las consecuencias de subordinar el conocimiento a la ideología.

Un centro de investigación climática bajo ataque político

El Centro Nacional de Investigación Atmosférica (NCAR), con sede en Boulder, Colorado, fue señalado por la Casa Blanca como una fuente de “alarmismo climático”. Desde la Oficina de Gestión y Presupuesto, su director Russell Vought anunció que la institución sería desmantelada y puesta bajo revisión de la Fundación Nacional de Ciencias.

De acuerdo con The Guardian, el argumento oficial sostiene que algunas de sus actividades no son “vitales” y que ciertos proyectos responden a una agenda ideológica. Sin embargo, expertos han advertido que esta narrativa simplifica de forma peligrosa el trabajo científico que se desarrolla desde hace décadas en el NCAR.

La relevancia histórica del NCAR para la ciencia atmosférica

Durante años, el NCAR ha sido reconocido como una auténtica joya de la investigación científica estadounidense. Sus aportaciones han sido clave para comprender patrones climáticos complejos, desde ciclones tropicales hasta dinámicas atmosféricas que influyen en sequías e inundaciones.

Roger Pielke Jr., del American Enterprise Institute, ha sido enfático: cerrar o debilitar esta institución no fortalece la ciencia, la empobrece. Para un país que aspira a liderar la investigación atmosférica global, decisiones basadas en confrontación política resultan, como mínimo, contraproducentes.

Seguridad pública: la advertencia que no puede ignorarse

El gobernador de Colorado, Jared Polis, fue claro al señalar que el desmantelamiento pone en riesgo la seguridad pública. El trabajo del NCAR no se limita al cambio climático; sus datos alimentan sistemas de alerta temprana frente a incendios forestales, inundaciones y tormentas severas.

En un contexto de eventos extremos cada vez más frecuentes, debilitar la infraestructura científica equivale a reducir la capacidad de respuesta del Estado.

No se trata solo de ciencia, sino de vidas humanas, patrimonio y estabilidad social.

Un centro de investigación climática más allá del debate “woke”

La Casa Blanca ha acusado al NCAR de seguir una “dirección woke”, señalando proyectos como el programa Rising Voices, enfocado en ciencias indígenas y de la Tierra. Para la administración, estas iniciativas representan gastos innecesarios y desvíos ideológicos.

No obstante, para amplios sectores académicos, integrar enfoques inclusivos fortalece la ciencia al ampliar perspectivas y mejorar la calidad de los datos. Reducir este debate a etiquetas políticas invisibiliza el valor real de una investigación más diversa y contextualizada.

Recortes, precedentes y señales de alerta

El desmantelamiento del NCAR no ocurre en el vacío. Se suma a la propuesta de recortar 30% del presupuesto de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, afectando laboratorios clave para la predicción meteorológica y climática.

Este patrón de decisiones envía una señal clara: el conocimiento científico deja de ser prioridad cuando incomoda al discurso político. Para empresas, gobiernos locales y organizaciones sociales, este precedente incrementa la incertidumbre y complica la gestión de riesgos a largo plazo.

Cuando la ciencia se convierte en rehén

Lo que hoy ocurre con este centro de investigación climática es una advertencia sobre la fragilidad de las instituciones científicas frente a la polarización. Desmantelar capacidades técnicas no elimina los fenómenos que buscan comprenderse; solo deja a la sociedad menos preparada para enfrentarlos.

El caso plantea una reflexión urgente: la sostenibilidad, la prevención de riesgos y la protección de comunidades dependen de decisiones informadas. Defender la ciencia no es una postura ideológica, es un acto de responsabilidad colectiva frente al futuro.

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