El calentamiento global está transformando de manera acelerada la vida de millones de menores en América Latina y el Caribe. Lejos de ser un fenómeno abstracto, el impacto de la crisis climática ya se traduce en riesgos directos para la salud, el bienestar y la educación de la infancia. Para las niñas, quienes históricamente enfrentan mayores barreras sociales y económicas, esta realidad se vuelve aún más compleja, pues tienen menos acceso a apoyo, recursos y protección frente a desastres, los cuales se intensifican año con año.
De acuerdo con Aristegui Noticias, un informe reciente del Plan International, basado en datos de financiamiento climático, entrevistas y grupos focales en 10 países de la región, revela que la crisis está profundizando problemas como la desnutrición, las enfermedades transmitidas por el agua, la violencia de género y la interrupción prolongada de la educación.
Salud infantil en riesgo: enfermedades, desnutrición y acceso limitado a agua segura
La seguridad sanitaria de las niñas en América Latina se está viendo profundamente afectada por el impacto de la crisis climática. El informe de Plan International muestra un aumento en enfermedades transmitidas por el agua, como el cólera, que se intensifican en contextos de inundaciones, lluvias extremas o falta de infraestructura. Para muchas niñas, estos escenarios no solo representan riesgos físicos, sino una amenaza a su dignidad. Como relató una joven en Perú:
“Cuando llueve y no hay agua limpia, nos afecta (…) podemos contagiarnos si no podemos lavarnos.”

Las emergencias climáticas también han incrementado la desnutrición infantil. La pérdida de cultivos y la inestabilidad alimentaria, consecuencias directas de sequías prolongadas y lluvias fuera de temporada, comprometen el acceso a una nutrición adecuada. En regiones rurales, donde la agricultura familiar es la base de la alimentación, las niñas son las primeras en sufrir la falta de alimentos frescos y nutritivos.
A esto se suma la falta de servicios de salud cercanos, especialmente en comunidades indígenas y afrodescendientes. La distancia a hospitales o centros médicos limita la respuesta ante brotes epidemiológicos que surgen después de eventos climáticos extremos. La combinación de estas condiciones aumenta la vulnerabilidad de las niñas, quienes requieren atención específica para garantizar su bienestar físico y emocional.
La región enfrenta, así, un desafío estructural: sin inversión estratégica en infraestructura hídrica, servicios médicos y sistemas de alerta temprana, las brechas de salud que afectan a las niñas podrían ampliarse, comprometiendo su desarrollo y sus oportunidades futuras.
Interrupciones educativas: otro costo silente del cambio climático
La educación es uno de los pilares más afectados por el deterioro ambiental. En múltiples países, las escuelas colapsan, se inundan o quedan aisladas durante temporadas de lluvias intensas o sequías prolongadas. Una adolescente en Colombia lo describe con crudeza:
“Cuando llega la temporada de lluvias, las escuelas se inundan y tenemos que limpiar. Hemos encontrado peces muertos en los pasillos. Durante las sequías también perdemos los cultivos”.
El impacto de la crisis climática también se refleja en la pérdida masiva de días de clase. Cuando los cultivos se pierden o los caminos son intransitables, las familias priorizan la supervivencia económica, y la educación pasa a segundo plano. Este fenómeno afecta a todos los menores, pero especialmente a las niñas, quienes suelen asumir tareas domésticas y de cuidados cuando hay emergencias.
Durante las sequías, otro patrón emerge: los centros educativos enfrentan dificultades para operar sin agua potable, lo que limita la higiene menstrual y la asistencia regular de las estudiantes. La falta de instalaciones seguras o adaptadas a la realidad climática expone a las niñas a más ausencias, menor rendimiento escolar y, eventualmente, abandono educativo.
Esta combinación de factores amenaza no solo el aprendizaje individual, sino el desarrollo económico de comunidades enteras. Sin políticas educativas resilientes y sistemas escolares preparados para los impactos climáticos, miles de niñas podrían quedar fuera de las aulas de manera permanente.

Roles de género reforzados y mayor exposición a la violencia
El informe revela que la crisis climática está intensificando desigualdades preexistentes, reforzando roles de género tradicionales. En muchas comunidades, cuando los recursos escasean, las niñas son las primeras en ser retiradas de la escuela para apoyar en tareas domésticas. Una joven de Ecuador lo resume de manera clara:
“Los padres suelen sacar primero a las niñas de la escuela para que ayuden en la casa.”
El aumento de la violencia —incluida la violencia de género— es otro efecto crítico del deterioro ambiental. Las emergencias climáticas suelen agravar la tensión económica en los hogares, lo que incrementa el riesgo de abusos, explotación o negligencia. Además, la falta de servicios policiales cercanos en regiones rurales, indígenas o afrodescendientes limita las posibilidades de denunciar o recibir apoyo.
El impacto de la crisis climática también se expresa en el aumento de matrimonios infantiles. Cuando las familias enfrentan pérdidas económicas severas, el matrimonio temprano se percibe como una salida para reducir la cantidad de personas a cargo, perpetuando un ciclo de pobreza y vulneración.
La falta de acceso a espacios seguros, servicios de salud mental y mecanismos comunitarios de protección hace que estas dinámicas pasen desapercibidas, a pesar de su gravedad. Abordarlas requiere un enfoque multisectorial que incluya financiamiento específico con perspectiva de género.
Inversión climática insuficiente: niñas invisibles en las políticas ambientales
El informe de Plan International subraya una verdad incómoda: las niñas siguen siendo las menos escuchadas y las menos financiadas en el diseño de políticas climáticas. Aunque representan uno de los grupos más afectados, sus necesidades no están reflejadas adecuadamente en el financiamiento climático internacional ni en los programas nacionales de adaptación.
La directora regional de la organización, Carmen Elena Alemán, advierte:
“La crisis climática no es un problema distante, está ocurriendo ahora mismo y las niñas son las más afectadas”.

Sin embargo, los fondos destinados a educación, salud y protección infantil permanecen insuficientes frente a la magnitud del desafío. En muchos países latinoamericanos, los sistemas de protección social no cuentan con los recursos necesarios para responder a desplazamientos forzados, pérdidas agrícolas o inundaciones severas. Sin inversión estructural, los riesgos que enfrentan las niñas se agravan y se vuelven persistentes.
Reducir el impacto de estas brechas requiere colocar a las niñas en el centro del diseño de políticas, de la asignación presupuestaria y de los programas comunitarios. Esto implica escuchar sus voces, financiar su bienestar y diseñar soluciones basadas en las realidades que enfrentan cada día.
Un llamado urgente a priorizar a las niñas en la agenda climática
El impacto de la crisis climática está generando consecuencias profundas y desiguales en la vida de las niñas de América Latina y el Caribe, afectando su salud, educación, seguridad y posibilidades de desarrollo. Si los gobiernos y las empresas no integran una perspectiva de género en sus estrategias climáticas, se corre el riesgo de perpetuar y profundizar las desigualdades estructurales que ya enfrentan millones de menores en la región.
Invertir en educación climática, salud integral y sistemas de protección infantil es indispensable para construir resiliencia comunitaria y garantizar un futuro digno para las niñas. La región requiere políticas públicas que reconozcan explícitamente sus necesidades y diseñen mecanismos de apoyo sostenibles y adecuados a su realidad. Solo así será posible asegurar que las niñas no sigan pagando el costo más alto de una crisis que ellas no provocaron.







