La ciencia ambiental ha avanzado a pasos agigantados en la comprensión del impacto humano de las políticas climáticas. Hoy sabemos con precisión alarmante que decisiones de gobiernos pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte para millones de personas alrededor del mundo. En este contexto, la agenda anticlimática de Trump se perfila como un factor determinante en la aceleración de la crisis climática, con consecuencias que trascienden fronteras.
El aumento de las temperaturas ya está cobrando vidas, especialmente en los países más pobres y cálidos. Un análisis reciente de ProPublica y The Guardian revela que la política “Estados Unidos Primero” no solo prioriza intereses corporativos, sino que también incrementa drásticamente el número de muertes globales asociadas al calor extremo. Estas decisiones muestran cómo la acción climática de un país puede tener un costo humano que se mide en millones de vidas perdidas.
El alcance global de la agenda anticlimática de Trump
Según un artículo publicado de The Guardian, investigaciones recientes muestran que la mayoría de las muertes proyectadas por el aumento del calor ocurrirán fuera de Estados Unidos, en naciones de África y el sur de Asia, donde la exposición al calor es más intensa y las capacidades de adaptación son limitadas. Estos países, responsables de pocas emisiones históricas, pagan un precio desproporcionado por decisiones tomadas al otro lado del mundo.
El análisis de ProPublica y The Guardian estima que las políticas del expresidente podrían causar hasta 1,3 millones de muertes adicionales relacionadas con la temperatura en los próximos 80 años. Este cálculo no considera los efectos indirectos del cambio climático, como sequías, inundaciones o conflictos, que podrían multiplicar el sufrimiento humano.

Cuando el calor se vuelve mortal
La exposición a temperaturas extremas afecta principalmente a trabajadores al aire libre, ancianos, niños pequeños y personas con enfermedades preexistentes. La combinación de olas de calor más intensas y falta de infraestructura de adaptación convierte a estos grupos en los más vulnerables, aumentando la mortalidad por golpe de calor y problemas cardiovasculares.
En 2021, cientos de personas fallecieron en el noroeste del Pacífico durante una ola de calor sin precedentes, un evento que habría sido casi imposible sin la influencia del cambio climático antropogénico. Aunque la disminución de muertes por frío podría compensar temporalmente estas cifras, las proyecciones a largo plazo indican que el número de fallecimientos por calor superará con creces cualquier beneficio.
Retrocesos en políticas climáticas
Bajo la administración Trump, se eliminaron incentivos para energías limpias, se flexibilizaron regulaciones sobre centrales de carbón y se promovió la extracción de combustibles fósiles en tierras federales. Estas medidas no solo revierten avances históricos, sino que aceleran el impacto de la crisis climática a nivel global.
Marshall Burke, economista de Stanford, advierte que cada política revertida incrementa las muertes proyectadas en todo el mundo. La acción o inacción de Estados Unidos tiene un efecto multiplicador, demostrando que la agenda anticlimática de Trump no es un asunto local, sino una amenaza global para la salud pública.
El costo social del carbono y la mortalidad
Para traducir las emisiones adicionales en vidas perdidas, investigadores utilizaron modelos de economía climática basados en el trabajo del premio Nobel William Nordhaus. Estos cálculos permiten estimar cuántas muertes están asociadas a cada tonelada métrica de carbono liberada por decisiones políticas, ofreciendo una visión tangible del costo humano del carbono.
El modelo muestra que, aun considerando solo los efectos directos de la temperatura, las emisiones adicionales derivadas de políticas de Trump podrían causar cientos de miles de muertes. La cifra real, sumando impactos indirectos como hambre, enfermedades y desastres naturales, sería mucho mayor, poniendo en evidencia el impacto devastador de la agenda anticlimática de Trump.

Los más afectados: los países pobres
Níger, Somalia, India y Pakistán figuran entre las naciones con mayor mortalidad per cápita proyectada. La falta de infraestructura, aire acondicionado y sistemas de alerta temprana convierte a millones de personas en víctimas potenciales de políticas que ellos no han decidido ni financiado.
Activistas como Ayisha Siddiqa recuerdan cómo el calor extremo ya afecta a sus familias en Pakistán. Historias personales como la de su padre, hospitalizado tras perder el conocimiento durante una ola de calor, humanizan las estadísticas y revelan que la crisis climática no es solo un dato, sino vidas reales en riesgo.
Intentos de revertir el daño
Aunque la administración de Joe Biden emprendió medidas históricas para reducir emisiones y reincorporar a Estados Unidos al Acuerdo de París, el regreso de Trump al poder implicaría un retroceso inmediato. Nuevas leyes y regulaciones podrían desmantelar rápidamente los avances, liberando millones de toneladas de carbono adicionales y aumentando las muertes relacionadas con el calor.
El cálculo proyecta que solo por las emisiones adicionales de los próximos 10 años bajo políticas de Trump, el mundo podría registrar 1,3 millones de muertes más, incluso en escenarios optimistas. Cada decisión política sobre energía y clima tiene un precio en vidas humanas, confirmando que la acción climática no puede posponerse.

Decisiones que matan, decisiones que salvan
El costo humano de la agenda anticlimática de Trump pone en evidencia la interconexión global de nuestras decisiones. Lo que ocurre en la Casa Blanca tiene efectos directos sobre comunidades vulnerables a miles de kilómetros, recordando que la crisis climática es un desafío ético y humanitario, además de ambiental.
Reducir emisiones, invertir en energías limpias y priorizar la salud global no es solo una cuestión de política interna, sino de responsabilidad compartida. Cada medida que evita la liberación de carbono salva vidas, mientras que cada retroceso político incrementa la cifra de personas que pagarán con su existencia la falta de acción. La elección es clara: la acción climática salva, la inacción mata.







