La cumbre climática COP30, que se celebra en Belém, Brasil, prometía ser un punto de inflexión para la acción climática inclusiva. Sin embargo, una disputa sobre la definición del término “género” amenaza con frenar los avances logrados durante la última década. Países conservadores han presionado para limitar su significado a “sexo biológico”, una propuesta que no solo excluye a las personas trans y no binarias, sino que también podría debilitar el marco global de igualdad que rige las políticas climáticas.
De acuerdo con un artículo de The Guardian, esta controversia ha encendido las alarmas entre organizaciones y activistas que llevan años impulsando la perspectiva de género en las negociaciones climáticas. El riesgo no es menor: el retroceso del lenguaje acordado podría traducirse en menos recursos, menos representación y, sobre todo, menos protección para quienes enfrentan con mayor dureza los efectos del cambio climático. En este contexto, el debate sobre el género en la COP30 se ha convertido en un espejo de las tensiones globales entre el avance y el retroceso en materia de derechos humanos.
Un retroceso que amenaza décadas de progreso
La discusión sobre el género en la COP30 pone en juego más que semántica. Para Lorena Aguilar, directora ejecutiva del Instituto Kaschak para la Justicia Social de las Mujeres y las Niñas, lo que está en riesgo son 30 años de conquistas sociales: “Vivimos tiempos sin precedentes para negociar la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres”, afirmó. Su postura resume la preocupación de muchas voces que ven en esta disputa una estrategia para frenar la inclusión.
El debate también refleja una tendencia global: el avance de movimientos que buscan revertir los logros alcanzados en igualdad. Gobiernos como el de Argentina, bajo la administración de Javier Milei, han cuestionado abiertamente el término “género”, limitando su interpretación al binario masculino-femenino.
Incluso países con poca intervención en temas climáticos, como el Vaticano, han solicitado reemplazar “género” por “sexo”, una decisión que podría invisibilizar a millones de personas.

Las mujeres frente a una crisis que no es neutral
El cambio climático no afecta a todos por igual. Las mujeres, especialmente en comunidades rurales o en situación de pobreza, enfrentan consecuencias más severas: menos acceso a recursos, más carga de trabajo y mayores riesgos de violencia. Según ONU Mujeres, para 2050 la crisis climática podría empujar a 236 millones más de mujeres y niñas a la inseguridad alimentaria. Sin una respuesta con perspectiva de género, la brecha solo se ampliará.
Además, diversos estudios muestran que los fenómenos meteorológicos extremos están vinculados a un aumento de la violencia de género y los matrimonios infantiles. Ignorar la dimensión social y de género en las políticas climáticas significa, en la práctica, condenar a las mujeres a cargar con los costos más altos de una crisis que no provocaron. Por eso, el género en la COP30 no es un tema secundario, sino una pieza clave para diseñar soluciones equitativas y sostenibles.
Obstáculos en la mesa de negociación
Mientras países como Canadá, Noruega y la Unión Europea buscan ampliar el debate para incluir la interseccionalidad y la diversidad de identidades, otros se aferran a visiones restrictivas. Claudia Rubio Giraldo, de la Organización de Mujeres por el Medio Ambiente y el Desarrollo, lo resume así: “Este intento de imponer una definición estrecha de género es una forma de estancar las negociaciones y bloquear conversaciones más ambiciosas”.
La ausencia de Estados Unidos en las conversaciones previas y la falta de consenso entre las delegaciones solo agravan el escenario. Las diferencias culturales, religiosas y políticas impiden avanzar hacia un acuerdo global. Mientras tanto, las organizaciones de mujeres alertan que cada día sin un plan de acción claro es un día perdido en la lucha contra la desigualdad climática.
Financiar con perspectiva de género: una deuda pendiente
Más allá del discurso, la realidad muestra un problema estructural: el financiamiento. Solo el 4 % de la ayuda global para la adaptación al cambio climático se destina a proyectos que abordan la igualdad de género. Para Chikondi Chabvuta-Mkawa, coordinadora de género de un grupo de países menos adelantados, esta falta de recursos perpetúa un ciclo de pobreza y exclusión. “Una y otra vez, los grupos de mujeres se quedan sin financiación y terminamos en un círculo vicioso”, advirtió.

Los países en desarrollo reclaman apoyo financiero y técnico para integrar la igualdad en sus estrategias climáticas. Sin embargo, las naciones más ricas sostienen que el tema debe discutirse en foros económicos, no de género. Esta separación revela una desconexión preocupante: sin recursos, la inclusión no pasa del papel, y el género en la COP30 corre el riesgo de quedar como una declaración sin impacto real.
Un cierre que exige acción y coherencia
Las discusiones en la COP30 no solo definirán la ruta del combate al cambio climático, sino también el tipo de justicia social que el mundo está dispuesto a construir. Como recordó Vanessa Dolce de Faria, alta representante de Brasil para asuntos de género: “Sin una perspectiva de género, la acción climática no es efectiva”. Su declaración sintetiza el desafío: no puede haber sostenibilidad sin equidad.
La verdadera pregunta no es si el género debe estar en la COP30, sino por qué aún se discute su lugar. El planeta necesita políticas que reflejen todas las voces y reconozcan todas las identidades. Excluir o limitar el término “género” sería retroceder en la historia y cerrar la puerta a soluciones justas y humanas. La igualdad no debería negociarse; debería ser el punto de partida.







