En un contexto político y económico adverso, el compromiso empresarial con el medio ambiente no ha cedido. A pesar de la desfinanciación de programas de energía renovable y de la ciencia del clima durante la administración Trump, un reciente estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) revela un panorama alentador: casi tres cuartas partes de las empresas de América del Norte siguen priorizando sus metas verdes.
El informe muestra que el 73% de las compañías encuestadas mantienen o incrementan sus compromisos ambientales, cifra apenas inferior al promedio global del 85%. Este hallazgo demuestra que, incluso frente a políticas nacionales poco favorables, las compañías mantienen su apuesta por la sostenibilidad, entendiendo que la competitividad a largo plazo depende de su capacidad de adaptación ecológica y su responsabilidad frente al cambio climático.
Redoblar esfuerzos en tiempos adversos
El estudio del MIT revela que las compañías mantienen su apuesta por la sostenibilidad no solo por responsabilidad social, sino también por una razón estratégica. Aquellas que establecen públicamente sus objetivos ambientales tienden a invertir más en proyectos que reducen emisiones y a integrar la sostenibilidad en su toma de decisiones corporativas. Es decir, ya no se trata de un departamento aislado, sino de una visión transversal.
Los investigadores subrayan que este fenómeno ocurre a pesar de que el discurso político en Estados Unidos ha desestimado las prácticas del “capitalismo despierto”. Las empresas, sin embargo, parecen entender que la sostenibilidad es una cuestión de supervivencia económica y reputacional. Invertir en ella garantiza resiliencia frente a crisis energéticas, regulatorias y sociales.

Además, este compromiso demuestra una madurez empresarial notable. En lugar de esperar a que los gobiernos impulsen políticas verdes, las organizaciones están liderando el cambio por cuenta propia. Esto marca un giro histórico en la relación entre el sector privado y la política climática, consolidando el rol de las corporaciones como agentes de transformación global.
Por último, el estudio sugiere que el sector privado norteamericano podría convertirse en un referente si fortalece la transparencia en sus procesos y la medición de su impacto ambiental. La sostenibilidad, más que una tendencia, se ha convertido en una métrica de éxito y confianza corporativa.
Impacto y desafíos en la cadena de suministro
Una de las áreas más críticas para que las compañías mantengan su apuesta por la sostenibilidad es la cadena de suministro. El informe del MIT destaca que las empresas europeas enfrentan una presión regulatoria mucho más fuerte para medir, reportar y reducir sus impactos ambientales. Seis de cada diez organizaciones europeas dicen sentirse obligadas a mejorar la sostenibilidad en su cadena, frente al 46% en América del Norte.
Esto se debe en gran parte a la implementación de la Directiva sobre Informes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD) y a la próxima Directiva sobre Debida Diligencia en Sostenibilidad Corporativa (CSDDD), que exigen transparencia sobre los impactos y riesgos a lo largo del ciclo de vida del producto. En contraste, las empresas norteamericanas aún dependen de herramientas básicas como hojas de cálculo para monitorear emisiones de Alcance 3, lo que evidencia una brecha tecnológica significativa.
El mayor reto radica en la recopilación de datos directos de los proveedores. A nivel mundial, siete de cada diez compañías reconocen tener dificultades en este punto. La falta de metodologías estandarizadas, la complejidad de los cálculos y los altos costos de las plataformas digitales dificultan la adopción de estrategias más precisas y efectivas.
Aun así, el avance es innegable. Cada año más empresas optan por mejorar sus sistemas de gestión ambiental, buscando alianzas con startups de tecnología verde y consultoras especializadas en huella de carbono. La sostenibilidad, en este sentido, se está convirtiendo en un eje central de innovación y competitividad.

Sostenibilidad como ventaja competitiva
El hecho de que las compañías mantengan su apuesta por la sostenibilidad demuestra una comprensión profunda del mercado actual. Los consumidores, inversores y colaboradores prefieren marcas que actúan con responsabilidad climática y social. Por eso, muchas corporaciones están incorporando criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) en su planificación estratégica y reportes financieros.
El estudio del MIT indica que las empresas con objetivos públicos de sostenibilidad muestran un mejor desempeño general y una mayor capacidad para atraer talento. Esto se debe a que la sostenibilidad genera confianza: promueve una cultura corporativa sólida, impulsa la innovación y mejora la reputación ante clientes y stakeholders.
Sin embargo, persisten retos. La falta de experiencia técnica interna y el alto costo de las herramientas de gestión de emisiones aún limitan la acción climática de muchas organizaciones. Frente a ello, el fortalecimiento de alianzas sectoriales y la capacitación del personal aparecen como pasos indispensables para acelerar el cambio.
A futuro, los investigadores del MIT anticipan que la sostenibilidad dejará de ser una meta voluntaria para convertirse en un estándar de negocio. Quienes la adopten hoy estarán mejor preparados para las exigencias regulatorias y las demandas sociales del mañana.

Un compromiso que redefine el liderazgo
Las compañías mantienen su apuesta por la sostenibilidad porque han entendido que el liderazgo corporativo del siglo XXI se mide en impacto ambiental y social, no solo en ganancias. A pesar de las barreras políticas y económicas, su perseverancia envía un mensaje claro: la transición hacia un modelo económico responsable es irreversible.
El futuro de la competitividad empresarial estará determinado por la capacidad de integrar la sostenibilidad en todas las operaciones. No se trata solo de reducir emisiones, sino de construir un propósito colectivo que equilibre crecimiento, justicia y medio ambiente. Contra todo pronóstico, las empresas están demostrando que el verdadero progreso ocurre cuando la rentabilidad se alinea con el planeta.







