La obesidad en el mundo ha alcanzado niveles históricos y, por primera vez, supera el número de casos de bajo peso en la infancia y adolescencia. Según el informe Feeding Profit de UNICEF, el 9.4 % de las personas de entre 5 y 19 años vive con obesidad, mientras que el bajo peso se ubica en 9.2 %. Esta transición marca un cambio profundo en la naturaleza de la malnutrición global.
Este fenómeno no distingue fronteras: desde países de ingresos altos hasta regiones de ingresos bajos y medios, los alimentos ultraprocesados han desplazado dietas tradicionales, generando un problema de salud pública que compromete el futuro de millones de niños. UNICEF advierte que el reto ya no es solo combatir el hambre, sino también frenar el consumo de productos que enferman desde edades tempranas.
La malnutrición en la actualidad: del hambre al exceso
Los datos recopilados por UNICEF entre 2000 y 2022 muestran que aproximadamente 188 millones de escolares tienen obesidad. Este cambio es particularmente evidente en países como Niue, Islas Cook y Nauru, donde cerca del 40 % de los menores de 19 años vive con esta condición. Incluso en países como Chile, Estados Unidos o Emiratos Árabes Unidos, la prevalencia supera el 20 %.
El problema no se limita a países desarrollados. Regiones de ingresos medios también experimentan una transición alimentaria, en la que comidas nutritivas y locales ceden paso a productos altos en azúcar, sodio y grasas. La obesidad en el mundo es ya una crisis que impacta la salud y la economía global.

El informe de UNICEF advierte que el bajo peso sigue siendo un desafío en África subsahariana y el sur de Asia, pero incluso ahí comienza a crecer la obesidad. Esto revela que la malnutrición hoy es una doble carga: exceso y carencia coexisten en la misma comunidad.
Este panorama es un llamado urgente a la acción: es necesario diseñar soluciones que aborden simultáneamente la inseguridad alimentaria y el consumo desmedido de ultraprocesados.
Enfermedades de adultos en cuerpos de niños
La obesidad infantil no es un problema estético, sino una alerta de salud pública. Niños con obesidad tienen mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer a edades tempranas. Estos problemas comprometen su calidad de vida y su esperanza de vida futura.
UNICEF advierte que el costo económico global de la obesidad podría alcanzar los 4 billones de dólares anuales en pocos años. Los sistemas de salud se verán presionados para atender enfermedades crónicas prevenibles que se originan en la infancia.

Además, el impacto social es enorme. La discriminación y el estigma hacia niños con obesidad pueden afectar su desarrollo emocional y rendimiento escolar, perpetuando un círculo de desigualdad.
Combatir la obesidad en el mundo requiere políticas integrales que protejan a la infancia y promuevan entornos saludables, en lugar de responsabilizar únicamente a las familias por sus decisiones alimentarias.
Empresas en la mira: de parte del problema a parte de la solución
Las compañías que producen y venden alimentos ultraprocesados tienen un rol fundamental en la solución a este problema de salud pública. UNICEF llama a estas empresas a reformular sus productos para reducir azúcares añadidos, grasas saturadas y sodio, así como a promover opciones más nutritivas a precios accesibles.
Además, el marketing dirigido a menores debe ser regulado con responsabilidad empresarial. Promociones que incentiven el consumo excesivo de productos poco saludables no son compatibles con los compromisos de sostenibilidad y salud pública.
Las empresas pueden contribuir desarrollando programas de educación nutricional y apoyando campañas que fomenten hábitos de alimentación equilibrada. Esto no solo beneficia a la sociedad, sino que también fortalece su reputación corporativa. El sector privado tiene la oportunidad de liderar la transición hacia sistemas alimentarios más saludables y de demostrar que la rentabilidad puede coexistir con el bienestar social.

Gobiernos y consumidores: piezas clave del cambio
UNICEF propone medidas urgentes que los gobiernos deben implementar para frenar el avance de la obesidad infantil. Estas incluyen el etiquetado frontal de advertencia, la prohibición de venta de ultraprocesados en escuelas y regulaciones estrictas sobre su publicidad dirigida a niños.
La creación de políticas fiscales que graven productos poco saludables y subsidien opciones nutritivas es otra estrategia para nivelar el acceso a alimentos de calidad. Países que han implementado impuestos al azúcar han registrado descensos en el consumo de bebidas azucaradas.
Los consumidores también tienen un papel clave: elegir productos frescos, leer etiquetas y reducir la compra de ultraprocesados son pasos que pueden transformar la demanda del mercado.
La conciencia colectiva sobre la obesidad en el mundo es necesaria para generar un cambio cultural que priorice la salud de la infancia por encima de la conveniencia o el marketing agresivo.
Un llamado urgente para frenar la crisis
La advertencia de UNICEF es clara: estamos ante un nuevo rostro de la malnutrición. Ya no se trata únicamente de combatir el hambre, sino de proteger a los niños de entornos alimentarios que los predisponen a enfermedades crónicas desde pequeños.
Gobiernos, empresas y consumidores deben actuar de manera conjunta para revertir la tendencia. Solo a través de regulación efectiva, innovación responsable y educación nutricional será posible garantizar que la obesidad en el mundo deje de ser una amenaza para las próximas generaciones.







