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Buches de responsabilidad: lo que el mundo NO necesita son más empresas responsables

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Por Edgar López

Ayer me topé con el episodio de Last Week Tonight con John Oliver sobre los Deferred Prosecution Agreements (DPAs): esos mecanismos legales que permiten a empresas acusadas de delitos graves evitar un juicio penal si aceptan su culpa, pagan una multa, cooperan con la investigación y prometen mejoras.

Last Week Tonight - John Oliver
Last Week Tonight – John Oliver

No es un tema nuevo, pero el repaso de casos me dejó pensando no en los acuerdos en sí, sino en el tipo de responsabilidad que detonan.

Fallaron. Pagaron. ¿Fueron responsables?

  • General Motors aceptó una DPA tras ocultar un defecto en el sistema de encendido de varios vehículos, provocando al menos 124 muertes. Pagó 900 millones de dólares. Nadie fue a prisión.
  • HSBC facilitó operaciones de lavado de dinero a gran escala, incluyendo fondos vinculados a cárteles. Pagó una multa de 1,900 millones.
  • Boeing, tras los accidentes del 737 MAX, firmó un acuerdo en 2021. Pero en 2023, ya con el acuerdo aún vigente, volvió a fallar: un panel de puerta se desprendió en pleno vuelo.

En estos casos, las empresas respondieron ante la presión legal y reputacional. Pero… ¿esa respuesta basta para reconocerlas como empresas responsables?

Responsabilidad Social, qué es…

La norma ISO 26000 define la responsabilidad social como la capacidad de una organización para responder a los impactos que sus decisiones y actividades ocasionan en la sociedad y el medio ambiente, mediante un comportamiento ético y transparente que contribuya al desarrollo sostenible.

Ahí, el verbo clave es responder. Y sí: cuando una empresa asume el impacto que generó —paga, coopera, implementa cambios— está ejerciendo una forma legítima de responsabilidad. En ese sentido, es responsable… y si ser responsable significa simplemente responder, entonces podríamos decir que GM, HSBC y Boeing lo fueron. Pero habría que entender qué motiva esa respuesta.

No es lo mismo reaccionar a una multa que corregir una falla no prevista. No es lo mismo anticipar riesgos que postergar un cambio sabiendo que hay daño. No todas las respuestas son iguales. Y no toda responsabilidad transforma.

Transformación o contención

En el caso de HSBC, aunque el informe mostró que hubo conocimiento pleno de los hechos, la empresa respondió legal y financieramente. Y desde entonces ha reforzado sistemas internos, fortalecido su cultura de cumplimiento y extendido prácticas más rigurosas a su cadena de valor.

Ese tipo de reacción puede ser positiva: no por la falta inicial, sino por la transformación posterior que eleva estándares hacia adelante.

En contraste, Boeing también respondió. Pero no garantizó que los cambios fueran suficientes para evitar nuevas fallas. El incidente posterior demuestra que no toda respuesta conlleva transformación efectiva.

Este contraste revela una distinción crucial: hay respuestas que reconstruyen cultura. Y otras que apenas alcanzan a contener el daño.

La responsabilidad que se aplaza

Pero también existen otras formas de responder. No tras un escándalo. No tras una sanción. Sino desde una admisión voluntaria que, aun así, decide postergar el cambio.

Hace unos días, Grupo Bimbo anunció que eliminará los ingredientes artificiales de todo su portafolio global para 2026. El comunicado tiene un tono positivo, enfocado en avanzar hacia productos más saludables.

Pero, en el fondo, también es un reconocimiento: sabemos que estos ingredientes no deberían estar ahí… pero los seguiremos usando un par de años más.

Esto no es un error técnico ni un imprevisto. Es una decisión ejecutiva, consciente, que podría cambiarse de inmediato… pero se pospone.

Y ahí surge otra pregunta incómoda: ¿Estamos poniendo la responsabilidad cerca del límite que la regulación permite, en lugar de ejercer una debida diligencia real?

¿Cómo se interpreta eso desde la responsabilidad? ¿Como un compromiso serio hacia adelante? ¿O como una tolerancia justificada a lo que ya no debería permitirse?

Pensemos esto desde otros sectores:

¿Aceptaríamos que una aerolínea dijera que el 1 % de sus vuelos puede tener fallas, pero que en dos años eso cambiará? ¿O que una automotriz reconociera que cierto porcentaje de sus vehículos podría poner en riesgo a los usuarios, aunque ya están trabajando en corregirlo?

Lo que está en juego no es solo la promesa de mejora, sino el grado de urgencia con que se asume la responsabilidad presente.

Porque si ser responsable es responder al impacto de tus decisiones… entonces también debemos preguntarnos: ¿cuándo se responde? ¿Y con qué velocidad se actúa cuando ya se sabe?

Después del escándalo…

En muchos casos, las empresas se vuelven “responsables” después del escándalo. Reaccionan. Se reforman. Corrigen. Implementan sistemas, indicadores, reportes, comités.

Y sí, a veces ese proceso sí genera cambios de fondo. Pero el costo ya fue pagado: por consumidores, por víctimas, por comunidades, por el medio ambiente.

Por eso, lo que el mundo no necesita es más empresas que se vuelvan responsables después de fallar.

Lo que el mundo necesita es menos empresas que tengan que activar su responsabilidad como reacción. No porque no deban… sino porque no hayan causado el daño en primer lugar.

Buches de responsabilidad

Mientras escribo esto, reconozco que como consumidores también caemos. Aquí estoy, comiéndome un Gansito sin pensar mucho en lo que lleva. Y en un rato me lavaré los dientes con una pasta Colgate Total CLEAN MINT de Colgate-Palmolive… justo cuando COFEPRIS anuncia que hay que tirarla por causar úlceras.

Y aun así, ahí seguimos. Dudando si usarla una vez más o si dejar que la usen los hijos. ¿A poco no?

Al final, todos cometemos errores. Pero una cosa somos las personas… y otra, las organizaciones.

Porque una organización no puede “humanizarse” solo para justificar lo injustificable.

Reconocer errores es valioso, sí. Pero convertir la narrativa del error en recurso de marca o blindaje reputacional, es otra cosa. Ahí deja de ser virtuosa. Y empieza a volverse —cuando menos— mañosa. Y cuando más… perversa.

Porque sí: en la viña del Señor hay de todo. Pero ojo: hasta entre los responsables… hay razas.


Edgar López Pimentel, es actualmente Director en Expok, ejerciendo su liderazgo día a día con pasión por la responsabilidad social y el desarrollo sustentable. Su labor ha contribuido significativamente al posicionamiento de empresas líderes en materia de responsabilidad social.

Su formación académica, enriquecida por programas de Alta Dirección de Empresas en el IPADE e IE Business School, así como una maestría en Responsabilidad Social Empresarial en la Universidad Anáhuac Norte, respaldan su liderazgo.

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