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El retroceso de los derechos de las mujeres compromete cumplimento de los ODS

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La promesa global de construir un mundo más justo, pacífico y sostenible se ve hoy gravemente amenazada por el retroceso en los derechos de las mujeres. A menos de cinco años del 2030, el cumplimiento de los ODS se aleja en lugar de acercarse, con apenas un 17 % de las metas encaminadas. La igualdad de género no es un objetivo aislado, sino una palanca transversal que sostiene el avance en salud, educación, economía y gobernanza.

El retroceso en los derechos sexuales y reproductivos está desarticulando décadas de progreso. Cuando las mujeres no tienen acceso a servicios de salud reproductiva, educación sexual integral o libertad para decidir sobre su cuerpo, toda la sociedad retrocede. Estos derechos son el cimiento del desarrollo sostenible: sin ellos, el cumplimiento de los ODS es simplemente inviable.

Una ofensiva global contra los derechos de las mujeres

Lo que se vive hoy en múltiples regiones del mundo no es una ola aislada de conservadurismo, sino una ofensiva política articulada, financiada y global contra los derechos de las mujeres, según un artículo de Åsmund Grøver publicado en Context. Desde África hasta Europa, legislaciones restrictivas, censura educativa y recortes presupuestarios están debilitando las bases del desarrollo. Grupos antiderechos han duplicado su inversión en campañas para eliminar el aborto legal y limitar la planificación familiar.

En países como Uganda o Kenia, clínicas móviles y centros de salud que ofrecían servicios esenciales han cerrado por falta de financiamiento, dejando a comunidades vulnerables sin atención. Estas decisiones, tomadas muchas veces desde organismos internacionales o gobiernos externos, no solo afectan a las mujeres: debilitan las economías locales y aumentan la desigualdad.

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En Europa, el lenguaje de los “valores familiares” se ha usado como disfraz para minar el acceso a derechos básicos. La legislación polaca sobre el aborto, por ejemplo, fue declarada en 2023 como violatoria de los derechos humanos por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Sin embargo, sigue vigente y sigue afectando la vida de miles de mujeres.

Cada retroceso tiene consecuencias medibles. Hoy, casi la mitad de los embarazos no son planeados y muchos terminan en abortos inseguros. Cada dos minutos, una mujer muere por causas prevenibles relacionadas con el embarazo. Solo el 55 % de las mujeres pueden decidir sobre su vida reproductiva. Esta es una amenaza directa al cumplimiento de los ODS.

Invertir en mujeres funciona: entonces, ¿por qué retrocedemos?

Lo más preocupante es que sabemos, con evidencia, que invertir en los derechos de las mujeres genera desarrollo. Entre 2000 y 2023, la mortalidad materna global se redujo un 40 %. En África, las infecciones por VIH en adolescentes y mujeres jóvenes disminuyeron gracias a estrategias integrales de prevención. Cada dólar invertido en salud materna y planificación familiar genera 8,4 dólares en beneficios económicos.

Sin embargo, esos avances están en riesgo. La reducción de fondos a organismos como UNFPA y OMS está dejando sin atención a millones de mujeres. El estigma alrededor del aborto seguro, el recorte a programas educativos y el silenciamiento del lenguaje sobre género en espacios multilaterales debilitan los compromisos internacionales. Como ha advertido Grøver: “Estos reveses no son periféricos: afectan la dignidad humana, la prosperidad y nuestros compromisos con las generaciones futuras”.

Incluso en países donde se habían consolidado avances, el panorama se complica. Noruega es una excepción que reafirma la regla: ha invertido más de 1.000 millones de dólares desde 2020 para proteger estos derechos. Recientemente anunció un aumento de 86,5 millones de coronas noruegas en su apoyo a la salud sexual y reproductiva. Pero este tipo de decisiones son, lamentablemente, la excepción y no la norma.

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Los retrocesos actuales no son reflejo de fallos en las estrategias de género, sino de falta de voluntad política. Y esa falta de compromiso pone en jaque los cimientos del desarrollo global. Si queremos avanzar hacia el cumplimiento de los ODS, no basta con mantener los derechos de las mujeres: debemos fortalecerlos e integrarlos como núcleo de todas las agendas de desarrollo.

Una generación más vulnerable

El debilitamiento de los derechos sexuales y reproductivos también impacta directamente en las nuevas generaciones. Las niñas y adolescentes son especialmente vulnerables cuando se limita el acceso a la educación sexual, los anticonceptivos o los servicios de salud materna. El embarazo adolescente, por ejemplo, se incrementa en contextos donde estos derechos no se garantizan.

En muchos países, las adolescentes que enfrentan embarazos no planeados ven truncadas sus trayectorias escolares y económicas. Esto perpetúa el ciclo de pobreza y limita sus posibilidades de participar activamente en la vida pública. Además, los entornos conservadores suelen sancionar socialmente a las jóvenes, empujándolas a la clandestinidad o al aislamiento.

La educación sexual integral no solo previene embarazos no deseados, sino que empodera a las juventudes para tomar decisiones informadas, defender su autonomía y construir relaciones basadas en el respeto. Cuando esta información se censura o se distorsiona, se pone en riesgo no solo la salud, sino la ciudadanía activa de las juventudes.

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Un enfoque de desarrollo que excluya o minimice los derechos de las niñas y jóvenes no puede considerarse sostenible. El cumplimiento de los ODS implica garantizar que las futuras generaciones tengan mejores condiciones de vida que las actuales. Sin derechos reproductivos, esa promesa se rompe desde la raíz.

Sin igualdad, no hay sostenibilidad

La Agenda 2030 nació con la ambición de construir un mundo más equitativo, resiliente y justo. Pero ese futuro será imposible si se continúa debilitando la autonomía de las mujeres. El retroceso en salud sexual y reproductiva, en el acceso al aborto seguro o en la educación integral no son debates abstractos: son decisiones que matan, empobrecen y marginan.

El cumplimiento de los ODS no se logrará con discursos vacíos ni con reformas a medias. Se necesita acción política valiente, inversiones sostenidas y un compromiso inequívoco con los derechos humanos. Las mujeres no son un sector a proteger: son la base misma del desarrollo. Si queremos cumplir la promesa de un futuro digno para todos, debemos empezar por defender los derechos de ellas.

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