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Visiones de Esperanza: Rigoberta Menchú Tum

EN CADA ESQUINA DEL MUNDO SE PUEDEN ESCUCHAR gritos afligidos por la paz. Millones de personas gritan en silencio, llevando sobre sus hombros la carga de nuestra trágica e infinita dirección hacia la confrontación, el conflicto y la guerra. Estos mismo millones, también, son los portadores de esperanza, de la búsqueda insatisfecha de paz; una paz que nos beneficiará a todos sí se llega a acordar la dignidad para la totalidad de los seres humanos.

Esta necesidad de paz es universal. De Norte a Sur, de Este a Oeste, cada día con mayor frecuencia, la gente habla de paz. En algunos aparece como un discurso; en otros es un vago deseo o esperanza; en muchos otros se manifiesta como la búsqueda siempre presente de hombres y mujeres, jóvenes y viejos, por alcanzar los principios más admirados de la humanidad. Sin embargo, pese a esta necesidad, la utopía de la paz continúa siendo poco más que un punto distante, apenas visible en el horizonte de nuestro futuro, de nuestra esperanza, de nuestra visión.

Existe una tendencia que aparece a lo largo de la historia de nuestros pueblos, ésta es sin lugar a dudas la ausencia recurrente y crónica de paz. Seres humanos, pueblos enteros y países se han visto atacados de diferentes maneras, en diferentes lugares y épocas; esto se debe a la codicia, la injusticia, la falta de respeto de algunos por los derechos de los demás o a otras incontables razones y causas. Frecuentemente se han llevado a cabo guerras. Por lo tanto, si sumamos todos los conflictos armados y las guerras declaradas, nos daremos cuenta que a lo largo de la historia la humanidad ha disfrutado el silencia de las armas por un corto tiempo.

Aún así, la ausencia de un conflicto armado no significa necesariamente que haya paz. La paz no es sinónimo de ausencia de guerra, no sólo el silencio de las armas. Para mí, la paz es un modo de vida tanto para el individuo como para toda la humanidad. Es una forma de coexistencia entre los pueblos, tierras y naciones, el significado más profundo de lo que llamaremos el desarrollo humano maduro, con absoluta igualdad para todos: hombres y mujeres, niños y adultos. Es igualdad de acceso al desarrollo de todas las naciones y tierras, para que puedan elegir su futuro sin que nadie interfiera y les diga lo que deben hacer.

Por lo tanto, la paz se construye sobre una base colectiva, es una utopía que día a día se hace más fuerte y quererla. Sin embargo su construcción es un proceso largo, complicado y difícil; cabe mencionar que no se puede tener paz sin contenido.

La ausencia de paz y, de hecho, todo conflicto, resulta de la terrible injusticia que ha caracterizado las relaciones entre los países, pueblos y culturas, entre la élite que gobierna y la vasta mayoría de los condenados a la detestable pobreza.

Es por eso que la construcción de la paz necesita que empecemos a tejer una estructura basada en la igualdad, la justicia, la democracia participativa y el respeto a los derechos de todos los pueblos y culturas. Debemos establecer relaciones interculturales que promuevan la existencia armónica mediante el pluralismo cultural.

La paz no es algo abstracto. Por el contrario, debe tener una profunda sustancia social, política y económica.

Todos deben enfocarse constantemente a luchar por la paz buscando soluciones a los problemas y descubriendo las causas del conflicto. Asimismo, la paz tiene una profunda sustancia ética, humana y sustentadora.

Creo que la paz es una condición, un requisito indispensable para la supervivencia de la humanidad. Por tal razón, debe existir un compromiso firme, basado en el esfuerzo y la contribución de cada persona, para construir una cultura universal de paz sostenida mediante un nuevo código ético que incorporará las esperanzas y aspiraciones de toda la humanidad conforme hacemos frente a este milenio:

No hay paz sin justicia.
No hay justicia sin imparcialidad.
No hay imparcialidad sin desarrollo.
No hay desarrollo sin democracia.
No hay democracia sin respeto por la identidad y por la dignidad de todas las culturas y pueblos.

Nuestro deseo más profundo es que este nuevo milenio se base en la igualdad, la justicia en el ámbito nacional e internacional, en la libre autodeterminación de todos los pueblos y en la relación armoniosa con la naturaleza. Sólo entonces será posible nutrir el desarrollo sostenido, así como la distribución equitativa de la riqueza.

Entonces, la paz se mantendrá por sí misma

Obtenido del Libro: Arquitectos de la Paz
Publicado por: Michael Collopy, durante este año

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