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Trump, la gente y el planeta

Por Antonio Vives

El lector seguramente estará harto de leer, escuchar y hablar sobre las elecciones en EEUU.  Para los que vivimos en el país los últimos meses han sido una verdadera tortura y la mayoría queríamos que todo terminase para volver a la normalidad.  Pero el proceso nos deparaba una gran sorpresa, la normalidad no regresaría por mucho tiempo.

Para más la mitad de los votantes de EEUU y una gran parte de la opinión del resto del mundo el resultado no fue el deseado, por múltiples razones, que no viene al caso analizar, ya lo han hecho un sinnúmero de medios.  Lo que queremos comentar es el posible impacto del resultado sobre el desarrollo armónico del planeta y muchos de sus habitantes.

Es bien conocida la opinión del presidente electo sobre el cambio climático: es un invento de China para conspirar contra la competitividad de los EE.UU. en el comercio internacional.  Su plataforma electoral incluyó el repudio al Acuerdo de París para el control de las emisiones que recientemente ha entrado en efecto, al respaldarlo los principales emisores, EE.UU., China, India y la Unión Europea.

¿Puede EE.UU. salirse del acuerdo?  Sí, pero la efectividad de su salida debe esperar cuatro años, periodo en el cual todavía debería cumplir con las obligaciones adquiridas.  También podrán salirse denunciando el acuerdo en la Convención de las Partes.  Pero debemos recordar que estas “obligaciones” están basada en planes de reducción de emisiones voluntarios. Si bien el Acuerdo es vinculante, la mayoría de sus disposiciones son de cumplimiento voluntario ya que las “obligaciones” están precedidas de calificativos como “deberían”, “hacer lo mejor que se pueda”, “se estimula”, etc. Entonces las reducciones sugeridas por cada país no son vinculantes y no hay manera de penalizar a los que no presenten los planes naciones o que no los cumplan.  Si bien EE.UU. en teoría continuaría dentro del Acuerdo por el mínimo de cuatro años, en la práctica puede comportarse como si no lo estuviera, no participar en la reuniones, no enviar la información, no cumplir con el plan original, etc. y no hay penalizaciones más allá de un rechazo social (Para mayores detales sobre el Acuerdo, ver mi artículo Acuerdo de París: sencillamente analizado y explicado).

El impacto del eventual rechazo va a depender de la reacción de los demás gobiernos miembros del Acuerdo y de las empresas y personas.  Si con la participación de todos el logro de las metas ya es de por sí  muy difícil, más lo será sin la participación de uno de los mayores emisores.  Es muy posible que los demás países presionen a EE.UU. a que cumpla con su parte, que ellos sigan con los suyos y se logre lo que se pueda.  Claro está que esto sería una gran tentación para algunos países, ya de por si recalcitrantes, para que tampoco cumplan con sus compromisos o se los tomen poco en serio.

Afortunadamente, la entrada en vigencia del Acuerdo llegó en un buen momento y a pesar de algunas dudas hay muchos países, empresas, organizaciones y la sociedad en general que ha percibido que el problema es serio y que ha llegado el momento de actuar.  Hace unos 5 años, esta situación podría haber sido fatal para el avance, pero ahora hay un mucho mayor consenso.

Las mismas empresas con mayor contribución a las emisiones (energéticas, transportes, etc.) ha realizado grandes inversiones ya sean financieras y físicas ya sean de capital intelectual y social que van a querer rentabilizar.  Muchas ya han capitalizado en el cambio de modelo energético y constituirán fuentes de presión al gobierno de EE.UU.  Adicionalmente, los costos de energía renovable, por ejemplo, se están volviendo competitivos con los de los combustibles fósiles y hay muchos avances en transportes y en fuentes de energía alternativa.  Se han desarrollado tecnologías y mercados para facilitar los procesos.  Estas tecnologías y mercados son poderosos impulsores de la tendencia hacia la reducción de emisiones.  La conciencia de la necesidad de actuar está extendida entre la sociedad, principalmente en países desarrollados, que es donde se generan la mayoría de las emisiones.

No es que esos progresos sean irreversibles, pero sí que hay costos de volver atrás.  No es descartable que se presente una reacción de gobiernos y de la sociedad y sus instituciones en contra de la postura de EE.UU. y quieran aislarlo como un paria en estos temas, lo cual podría generar una fuerte reacción interna en el país.  A pesar de que el proceso electoral llevo al descubrimiento de una gran parte de la población que es ignorante e indiferente ante problemas colectivos, el país, en general es muy orgulloso de su percibido liderazgo mundial.

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Tampoco es descartable que veamos matices de un “tercer Trump”.  Hubo un primero, el insultante, que necesitaba ganar las elecciones primarias humillando a sus contrincantes, el segundo, el mentiroso y calumniador, que necesitaba ganar la elección general y, posiblemente un tercero, el moderado (¡gran incógnita!) que debe gobernar a un país, poderoso y de gran diversidad, con un gran desarrollo institucional y legal.  No es de esperar que sea un buscador de consenso, todo lo contrario, se espera que sea un “bull in a china shop” (“como elefante en una cristalería”).  Pero sí es de esperar que a su alrededor se constituyan fuerzas moderadoras, empezando por el vicepresidente, algunos miembros poderosos de su partido, líderes empresariales y la misma opinión pública, especialmente los medios informativos.

Inmediatamente después de la elección se han presentado protestas públicas en las grandes ciudades, en su contra, de forma genérica, algo sin precedentes en la historia del país.  Es de esperar que estas protestas se intensifiquen en cuanto llegue el momento de la discusión de temas específicos como el medio ambiente y la expulsión forzada de los inmigrantes ilegales.  No parece factible que la deportación anunciada de más de tres millones de personas se lleve a cabo ante la indiferencia de la población.  Son muchos los que verán analogías con los trenes masivos a finales de los años 30s y principios de los 40s en Europa Central y el registro forzado de los americano-japoneses en el transcurso de la segunda guerra mundial.

En contra de esta moderación juega el hecho de que el presidente electo cree que tiene un mandato firme y amplio del pueblo (sin recordar que más de la mitad no votó por él y que un gran número de los que lo votó no entiende las implicaciones de las propuestas electorales, que no estaban ni están definidas).  También cuenta con el control del Congreso, Senado y Cámara de Representantes, lo que permite al partido aprobar las legislaciones que desee.  Con el control del Congreso también viene el control de la Corte Suprema de Justicia, que si bien debería ser independiente sus jueces son nombrados en función de sus tendencias políticas (actualmente la Corte una vacante, con ocho miembros, cuatro de cada bando, y el noveno que fue postulado por el Presidente Obama no ha sido considerado por el Congreso, dominado por los republicanos, a la espera del milagro, que se dio, de tener un presidente republicano, que nombre ahora a uno afín y a varios más al retirarse los de edad avanzada).

Es imposible predecir cómo será el comportamiento del presidente electo que como candidato fue inconsistente, incoherente e indefinido.   Pero su comportamiento como ejecutivo y como candidato ha demostrado que es una persona eminentemente pragmática, que hace lo que sea con tal de conseguir su objetivo.  Los valores y principios no se interpondrán ante la consecución del objetivo final.  Lo que le importa es el fin, lo medios son maleables.

Por ello la sociedad tendrá que imponerle costos que le parezcan tangibles como para compensar los beneficios que percibe de sus actuaciones.  No se le convencerá con argumentos.  Buena parte de la responsabilidad por moderar las acciones caerá en la sociedad civil, sus instituciones, en particular los medios y entre estos los medios sociales, en las personas y en empresas líderes.  Es de esperar que en los próximos años se acentúe el activismo político de la sociedad

De repente y de forma sorprendentemente se está produciendo una concentración de poder por parte de la derecha, no moderada, en los tres poderes ejecutivo, legislativo y judicial.  Se están perdiendo los pesos y contrapesos, algo que siempre ha consistido un gran orgullo de gobierno de EEUU.  De allí la necesidad de un fortalecimiento del poder de la sociedad y el primer (empresas) y tercer (sociedad civil, incluyendo medios, instituciones, academia, redes, gente) sectores. Este sector de contrapeso deberá también defender a la sociedad contra los ataques de quienes se sienten empoderados para los insultos, sexismo, racismo, xenofobia, etc.  ¡Se necesita un nuevo poder!

Una situación verdaderamente preocupante para el desarrollo armónico de la sociedad.


Antonio Vives

Con un Ph.D. en Mercados Financieros de Carnegie Mellon University y con una trayectoria como profesor en 4 escuelas de negocios, Antonio Vives es actualmente catedrático y consultor en la Stanford University. Socio Principal de Cumpetere. Ex-Gerente de Desarrollo Sostenible del Banco Interamericano de Desarrollo. Creador de las Conferencias Interamericanas sobre RSE. Autor de numerosos articulos y libros sobre RSE y del blog Cumpetere en español.

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