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La oscura realidad de la industria de la comida rápida

Trabajadores de comida rápida en huelga via Shutterstock
Trabajadores de comida rápida en huelga via Shutterstock

Se ha hablado mucho de las huelgas masivas que exigen a la industria de la comida rápida aumentar sus sueldos. Los números son estos: el salario mínimo actual en Estados Unidos es de 7.25 dólares, mientras que los huelguistas piden aumentarlo hasta 15. ¿Cuáles son las historias detrás de las cifras? La de la familia Ortiz es muy representativa.

En esta familia de seis personas cuatro trabajan para diversos restaurantes de comida rápida, pero los salarios con dificultad alcanzar para satisfacer las necesidades básicas, sin lograr cubrir los gastos para el tratamiento médico que el padre necesita con urgencia.

En la revista New York Magazine, la periodista Anne Lowrey acompañó a los Ortiz durante una jornada para conocer cómo viven, por qué tienen apuros económicos a pesar de contar con cuatro miembros económicamente activos y qué les motivó a unirse a las manifestaciones pidiendo un aumento al salario.

Luis y Josefa son padres de Sol, Iris, Dulce y Abril. Las tres primeras hijas están en preparatoria y la más pequeña en primaria. Según cuenta el artículo de Lowrey, la mañana es la única hora del día donde los seis pueden pasar tiempo todos juntos. El resto del tiempo Josefa tiene dos trabajos (uno en Burger King y otro en un restaurante mexicano), mientras que Iris y Sol tienen laboran después de la escuela en la pollería Raising Cane’s. Sus turnos terminan pasadas las diez de la noche y después todavía tienen que hacer tareas escolares. Luis trabajaba también en Burger King, pero una falla renal lo forzó tomarse unas semanas libres. Ahora la empresa no le ha concedido muchos turnos y él sospecha que esto se debe a su trabajo con los huelguistas.

Los tratamientos de Luis tienen un precio de 40 dólares por sesión de terapia física y 580 dólares por cada diálisis. Como su familia no cuenta con esta cantidad ni con seguro médico, él mismo hace trabajo físico y solo ha asistido dos veces a la diálisis. Pero su convicción de que el salario debe aumentar no se debe solo a su enfermedad, sino a su deseo de que sus hijas tengan algo mejor que él. Él cuenta que cuando un sindicalista se le acercó para hablarle del movimiento su respuesta fue «¿por qué te tomó tanto tiempo?», ya que desde hace años deseaba ser parte de algo así. Ahora, la familia ha acudido a marchas y protestas y sus hijas ven a Luis como un ejemplo.

Los Ortiz son solamente una historia de las millones que pueden encontrarse de familias que trabajan más de ocho horas sin poder mejorar su calidad de vida o hacer frente a imprevistos como la enfermedad. Ya habíamos mencionado antes que la industria de la comida rápida ha hecho muchos esfuerzos por ser más responsable ante sus consumidores pero se ha mantenido callada sobre cómo está ayudando a sus colaboradores. Ante evidencia como esta, es difícil pensar que las cosas puedan mantenerse igual por más tiempo.

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