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Bullying: por qué un niño o niña se convierte en buller

Los casos de bullying al rededor del mundo han dejado miles de víctimas que han debido vivir el acoso a lo largo de su etapa escolar y que afecta negativamente su personalidad probablemente para el resto de su vida.

La realidad en torno a este acoso entre niños es muy preocupante, según la OMS cada año se suicidan en el mundo un promedio de 600 mil adolescentes de entre 14 y 28 años, de ellos al menos la mitad estarían relacionados con el bullying.

Lo que antes para muchos fueron bromas y violencia solapada, hoy en día es un acto inadmisible y para controlar el aumento además, de proteger a las víctimas es urgente reconocer a los niños que provocan estos abusos ya que ellos los «buller», es probable que también estén siendo víctimas en sus casas u otros espacios que frecuenta.

¿Cómo reconocer a un niñ@ que hace bullying?

Susana Arancibia, es psicóloga y docente de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico y especifica algunos tips para reconocer a los menores que generan la violencia contra sus compañeros:

Rendimiento académico: Es importante revisar como está el o la niña en relación a su comportamiento y calificaciones.

“Habitualmente se observa fracaso escolar y una disminuida integración en el ámbito académico. En general, los niños maltratadores o acosadores tienen escasa empatía, lo que les dificulta ponerse en el lugar de los demás, sobre todo de sus víctimas. No siempre están conscientes de realizar daño y lo ven como un juego o diversión. También es característica la autoestima baja; se ha comprobado que cuando ésta se encuentra disminuida, la agresión pareciera servirles para sentirse socialmente importantes”, agrega la académica del Magíster en resolución de conflictos y mediación sociofamiliar y del Magister en familia, infancia y adolescencia de la U. del Pacífico.

Autovaloración exacerbada: Algunos de los y las niñas que hacen bullying tienen un alto concepto y una valoración exacerbada de lo que ellos hacen y son. “En ambos casos evidencian un bajo control de impulsos, especialmente de la ira, y creen que deben responder violentamente ante cualquier tipo de agresión. No responder una amenaza, no calza con su concepción de defensión en todo momento”, apunta la especialista.

Diferencias de género: Se visualiza con mayor facilidad a varones que abusan de otros niños, ya que usan la fuerza física frente a sus víctimas. Sin embargo, cuando se detecta a una mujer agresora, su estilo es más sutil, más indirecto, menos burdo que un hombre, pero no por ello de menor daño.

“Las conclusiones son coincidentes: los niños tienen mayor tendencia a la agresividad que las niñas y, en cuanto a la forma de agresión, los varones utilizan más la física y verbal, mientras las chicas la de tipo psicológico y de exclusión. Si a esto se agrega hoy el ciberbullying, es posible observar que los escenarios se diversifican y salen de la esfera del mundo escolar para integrarse a una compleja red de violencia que se observa en el mundo cotidiano”, detalla Arancibia.

Factor familiar: Las familias también tienen una influencia clave. “En general, los bullyer son niños que presentan lazos familiares frágiles, donde ellos mismos en ocasiones pueden haber sido objeto de burlas y mofas de tipo diverso. Han podido aprender el recurso de la violencia como arma de supervivencia: ‘pisa o te pisan’”, plantea la profesional.

“Un ambiente familiar marcado por el desafecto, el maltrato, el autoritarismo, etc., se transforma en un factor de riesgo para el aprendizaje y posterior desarrollo de la violencia en sus jóvenes. Del mismo, modo un ambiente permisivo, en el que el niño crece sin normas ni cortapisas, acostumbrado a conseguir todo lo que se le antoja, no le permite crear recursos personales que le ayuden a establecer un adecuado contacto con otros, volviéndose irrespetuoso y con escasa empatía respecto de quienes le rodean”, precisa la psicóloga.
Padres desentendidos: “Normalmente los padres de estos niños se desentienden de su función educativa y reclaman a la institución escolar por la labor educativa que a la familia le corresponde.

Si bien la escuela no puede sustituir a la familia en lo relativo a educar en valores y actitudes, es la instancia donde se puede percibir este tipo de maltrato y es el lugar más evidente para visualizar de manera global los factores de riesgo que enfrenta cada niño o grupo. Por lo tanto, es desde la escuela donde deben emerger las estrategias de difusión y promoción de un buen trato entre pares, como también la prevención e intervención cuando ésta sea requerida”, apunta.

Factores decisivos

Entre los factores que resultan decisivos para que un niño desarrolle conductas de agresión, Susana Arancibia menciona los siguientes:

• Escaso afecto de los padres o cuidadores: Facilita las conductas agresivas. Una presencia de cariño y comprensión hará menos posible las conductas agresivas posteriores.

• Permisividad de los padres ante la conducta agresiva: Un estilo educativo excesivamente permisivo, tolerante o inhibicionista sobre dichas conductas favorece su presencia.

• Modelos de afirmación de la autoridad: Los hijos interiorizan las propias normas y estrategias que utilizan con ellos para luego usarlas con sus iguales. El niño que vive castigado, castiga a los demás.

Fuente: Belelú

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