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Biotecnología agrícola: El mercado que viene

En un almacén con clima controlado en el tranquilo pueblo de Monheim, en las afueras de la ciudad alemana de Colonia, un brazo robotizado se interna en pasillos de anaqueles metálicos que albergan miles de charolas en las que hay envases de vidrio del tamaño de un gotero para ojos.

El robot programado toma uno de los frascos y lo lleva hasta un mostrador conectado a una computadora.

La operación se realiza cientos de veces al día y constituye la actividad central en este almacén conocido como Centro Logístico de Muestras, del que saldrán algunas de las armas del futuro que emplearán productores de arroz en China, algodón en Estados Unidos, soya en Brasil y maíz en México para matar gusanos, insectos y hongos.

Monheim es la sede de CropScience, la división del gigante farmacéutico Bayer dedicada a la protección de cultivos y tratamiento de semillas.

La compañía trabaja en una nueva generación de ingredientes activos para ser introducidos al mercado en los próximos dos años y con los que espera agregar mil 360 millones de dólares a sus ingresos por la venta de estas sustancias —que el año pasado sumaron 2 mil 718 millones de pesos.

Parte de la nueva generación saldrá de este banco de sustancias, cuyo montaje costó 40 mdd y en el que están albergadas 7.5 millones de muestras de 3.5 millones de sustancias diferentes.

La compañía tiene dos bancos más en Japón y Francia. Una de las labores de sus científicos, que son quienes ordenan al robot qué frascos extraer y de qué charola, es hacer enlaces de moléculas químicas de las distintas divisiones de la compañía para dar lugar a nuevos compuestos y/o activos.

El banco provee muestras a todas las divisiones de la empresa, incluido el Instituto Biológico de Insecticidas, ubicado también en Monheim. Ahí se hacen cruces de moléculas, se evalúa las características de la mezcla y la forma en que actúa frente a polillas, ácaros, pulgones; al final son enviadas a laboratorios ubicados en los países donde están los mayores mercados potenciales para pruebas de campo y medir aspectos como toxicidad para el ser humano y su impacto ambiental.

El instituto tiene cerca de un millón de sustancias en pruebas de campo, pero sólo 15 terminarán en manos de un agricultor. En promedio, detrás de cada lanzamiento hay 270 millones de dólares en inversiones y 10 años de investigación.

El retorno de inversión

CropScience espera que BioScience genere atractivos retornos de sus inversiones. Esta división trata semillas por todas las técnicas de mejora, desde las convencionales hasta la ingeniería genética —un mercado valorado en 30 mil mdd en el mundo— apenas 10 mil millones abajo del mercado de protección de cultivos. “Somos líderes mundiales en los cultivos en los que nos enfocamos como algodón, canola, arroz y vegetales, y expandimos nuestro negocio para incluir las cosechas más importantes, como trigo y soya”, dijo a principios de septiembre a periodistas de AL y Europa, Friedrich Berschauer, quien dejó el cargo de presidente ejecutivo de CropScience a la estadounidense Sandra Peterson.

BioScience vendió 683 millones de dólares el año pasado y quiere triplicar eso para 2018, pero las metas de CropScience —creada en 2002, a raíz de la compra de Aventis por parte de Grupo Bayer— son muy menores a las inversiones que ha hecho y que hará en los próximos años: 4 mil 750 mdd para investigación y desarrollo y gasto de capital, según Berschauer.

Ese desbalance ilustra dónde están paradas las empresas de biotecnología: frente a un horizonte de inmensas oportunidades, pero al que no se llega sin grandes cantidades de dinero. Producir alimentos es sólo uno de los campos de acción de la biotecnología.

La mejora en laboratorio de especies al modificar su genética y dotarlas de beneficios productivos también se aplica en medicamentos para humanos y animales, crianza de peces, aves y mamíferos de consumo humano, tratamiento de aguas y remediación de suelos y fuentes de agua contaminados.

Una parte de la población y la comunidad científica aún desconfía de la biotecnología, por los efectos inesperados e impredecibles que se teme puede producir en los organismos modificados y en las complejas redes de vida de los seres vivos incluido el ser humano, pero cada vez más los productos biotecnológicos se abren camino a través de las regulaciones en los países que son usados.

Crisis y cambio climático

La biotecnología trata de ganar aceptación al presentarse como una de las soluciones al aumento en la demanda mundial de alimentos.

La población mundial pasará de 6 mil 800 millones a 9 mil millones en 2045, según cálculos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y a ello se agregan los efectos negativos del cambio climático en la producción agropecuaria y el deterioro de los recursos naturales por la actividad humana.

El diagnóstico es parte del informe de las conferencias sobre biotecnologías agrícolas en los países en desarrollo, organizadas en marzo de 2010 en Guadalajara, Jalisco, por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Alimentar a las 9 mil 100 millones de personas que habitarán el planeta en 2050 requiere de duplicar la producción de alimentos en los países en desarrollo y aumentarla en 70% a escala global, dijo Rodney Cooke, director del Fondo Internacional para el Desarrollo de la Agricultura (IFAD por sus siglas en inglés) con sede en Italia.

Pero la productividad de la agricultura en el primer grupo de países se estancó en las tres décadas pasadas, como consecuencia de la falta de inversión económica en el sector.

La recesión empeoró las cosas

El reto adoptado por la ONU en 2000 de reducir el número de personas con hambre de 850 millones a 400 millones para 2015, se trastocó con los altos precios de los alimentos y los pequeños avances se revirtieron con la crisis y ahora la cifra es de más de mil millones de personas, dijo Cooke.

“Estimaciones recientes indican que más de 100 millones de personas se sumaron a las franjas de población con hambre como resultado de la crisis alimentaria y económica global”, añadió el experto.

El cambio climático ha hecho su parte torno a la crisis de alimentos.

Estos fenómenos podrían poner a 49 millones de personas más en riesgo de vivir con hambre en el mundo para 2020, dijo el funcionario del IFAD.

“La gente que pagará el precio del cambio climático son los pobres y vulnerables, especialmente las tres cuartas partes que viven en zonas rurales y dependen de la agricultura”, anticipó.

“Esta gente será golpeada primero y más duro”, agregó Rodney Cooke.

Las empresas de biotecnología dicen poder hacer frente a ese panorama.

Los productos genéticamente modificados (OGM) mejoran la calidad nutricional de los alimentos, reducen el impacto de los cultivos sobre el medio ambiente e incrementan la viabilidad económica de la producción agrícola, dice el organismo que aglutina a las empresas de biotecnología agrícola en México y que promueve el uso de transgénicos Agro-Bio.

En la actualidad 25 países tienen cultivos con semillas GM y según el reporte del International Service for the Acquisition of Agri-biotech Applications (ISAAA) en 2009 estos cultivos crecieron 7% a 134 millones de hectáreas.

“Para la próxima década estarán a disposición de los agricultores los cultivos tolerantes a condiciones ambientales extremas como salinidad, sequía y heladas”, dice Agro-Bio.

Planes piloto de producción

Pero llegar a un nuevo producto biotecnológico tiene distintas etapas, todas costosas: desarrollar un ingrediente activo de naturaleza química hasta aplicar planes pilotos de producción cuesta 90 mdd, hacer la investigación y desarrollo de carácter biológico en distintas regiones del mundo y las pruebas regulatorias cuesta 88 millones, en tanto que las pruebas en animales de sangre caliente y evaluar impactos ambientales cuesta 93 millones.

Por eso la mayoría de las compañías —con excepción de CropScience y las también alemanas Basf y Syngenta– prefieren reformular productos ya existentes, dice Leonardo Pitta, jefe de desarrollo temprano de insecticidas de la firma biotecnológica CropScience.

“Nos hemos quedado solos”, agrega. Los mayores cultivos GM en el mundo son soya, maíz, algodón y canola. CropScience participa en estos mercados y tiene apuestas en frutas y verduras —la mitad de sus investigaciones en este campo no tienen que ver con productos GM, dice la compañía—.

La meta para su división BioScience de aquí a 2016 es introducir al mercado 18 nuevos productos en el negocio de Semillas y Tratamiento y en 2011 lanzará en EU un nuevo producto (GlyTol) tolerante al herbicida glifosato que ayudará a los agricultores de algodón de EU a pelear contra la maleza.

El trigo es el grano más cultivado en el mundo, con más de 220 millones de hectáreas, y desde 2009, BioScience hace investigaciones sobre el cereal.

Fuente: El Universal, Cartera p. B 10.
Reportero: Zacarías Ramírez
Publicada: 3 de Noviembre de 2010

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